Para escribir El menonita zen, su más reciente volumen de cuentos, Carlos Velázquez giró la perilla del amplificador hasta el 11 y lo hizo reventar de un guitarrazo.
Esta imagen rockera sirve para ilustrar la hechura de un libro que, innegablemente, lleva su sello, pero que ha crecido en todo: en el número de páginas, en lo estrafalario de sus personajes, en la negrura de su humor y en la incorrección política con causa, jamás gratuita.
Así, mientras un menonita iluminado vuela en flor de loto por los cielos de Ciudad Juárez, una muchacha fit se lanza a los brazos de un "puercolodonte" vestido de mariachi, un exintegrante de los Mazapunks se niega a abandonar el plano terrenal, y un hombre cuya esposa lo ha dejado -por su hermano- abraza su destino de convertirse en payaso, Velázquez (Torreón, 1978) cierra con estruendo una época de su producción creativa.
Un ciclo en el que incluye tres de sus libros del género: La marrana negra de la literatura rosa (2010), La efeba salvaje (2017) y Despachador de pollo frito (2019).
"En los cuatro libros, las preocupaciones son las mismas: los temas de la paternidad, la obesidad, el parricidio, la traición, las parejas disfuncionales", enlista el autor en entrevista.
"Pero en los tres anteriores, y en éste, yo siento que hay cambios, a pesar de que se mantienen los mismos tópicos. En este libro, El menonita zen, hay muchísima más libertad, en cuanto a los anteriores, de todo tipo", abunda.
A diferencia de sus predecesores, el escritor dejó estos cuentos reposar un tiempo desde que fueron escritos, en 2021, y los perfeccionó hasta dejarlos en su forma final. Se trata, además, del volumen que inaugura la Biblioteca Carlos Velázquez en la editorial Océano, donde serán reeditados sus libros anteriores, publicados originalmente por Sexto Piso.
"Me parece más que un lujo, porque sabemos que el relato en nuestro País ha sido históricamente muy ninguneado... Entonces, que alguien se atreva a hacer una biblioteca de puro cuento no ocurre todos los días. Creo que es una recompensa a mi trabajo y a todos estos años que he estado insistiendo en el género, porque desde que empecé a escribir, y hasta la fecha, todo mundo sigue insistiendo en el asunto de cuándo voy a publicar una novela", expone.
"Pese al éxito que he tenido con mis libros de relatos, mi credibilidad sigue en duda, y no se va a a zanjar hasta que no publique una novela, entonces que alguien venga y te haga una propuesta de publicarte una biblioteca de tu obra, en la cual la mayoría son libros de relatos, habla de que hay alguien que sí me está dando la credibilidad y, sobre todo, la que es más imposible de conseguir en el género: la credibilidad editorial, porque no muchos editores se la juegan con los libros de cuentos".
A sabiendas de que su próximo libro, también de cuento, irá por un camino narrativo, estilístico y temático completamente distinto, Velázquez dio rienda suelta a las historias desternillantes y oscuras, incluso crueles, que todavía le quedaban por contar, y exploró géneros y formas literarias que no había abordado.
Entre los siete cuentos que conforman el libro se encuentra, por ejemplo, su primero de ciencia ficción, Sci fi ranchera, donde las insólitas luces en el cielo de un paraje campestre y la desaparición en masa de ganado presagian un encuentro cercano del tercer tipo que habrá de resolverse a fuetazos.
También está La biografía de un hombre es su color de piel (La accidentada y prieta historia oral de Yoni Requesound), en la que el autor retoma la estructura de las biografías corales que se han hecho populares para narrar las historias de las bandas de rock o la hechura de álbumes seminales del género.
La pasión rockera del autor queda también patente en El fantasma de Coyoacanistán, una reescritura de El fantasma de Canterville, de Oscar Wilde, donde el espectro en cuestión es el frontman de una banda que estaba destinada a convertirse en "los próximos Caifanes"; también en el cuento Discos Indies Unidos, S. A. de C. V., en el que el fundador de una disquera independiente se ve inmiscuido en una trama criminal de fraude y asesinato.
Quienes hayan conocido a Velázquez por los cuentos de La biblia vaquera (2011) o la crónica El karma de vivir en el norte (2013) encontrarán su particular visión de esta región del país en el relato que da título al libro.
"Cuando yo ingresé a la literatura, yo me propuse alejarme del tema del narco y alejarme del tema de la violencia, por razones que yo consideraba muy importantes en ese momento, como darle a entender a los lectores que el norte no es sólo eso, que hay muchísimas cosas más que constituyen el norte", explica.
"Yo me había alejado de esos temas, sin embargo, siempre había querido escribir un relato fronterizo, porque la frontera, a pesar de todo lo que ya conocemos de ella, también tiene su encanto y me parece que también es un territorio rico para explorar, pero de otras maneras alejadas solamente de las estéticas de la violencia. Entonces yo decía: 'Tiene que ser un relato distinto, que no caiga en el cliché del policía corrupto, del narco buena onda, de los desaparecidos', con todo respeto para estas literaturas".
Ahí es donde entra Benito Bonifacio Reyes, "Boni", un menonita que se escapó de su comunidad para buscar la iluminación, y también su compinche El Pana, un inmigrante de 1.45 metros de estatura que soporta la vida brava de Ciudad Juárez con litros de Tonayán en la sangre.
Cuando éste último descubre que el menonita puede llegar a un estado de meditación tal que adquiere poderes de levitación, lo que podría convertirse en una vía de escape hacia una vida mejor termina como muchas de las cosas que ocurren en la frontera.
"Me parecía que tenía que enfrentar a mis personajes a un elemento así de diabólico, que es la ciudad, y cómo la frontera termina por tragarse a estos dos. No hay una búsqueda de redención en estos personajes, es simplemente un par de personajes que van al encuentro con un territorio muy escabroso, con una zona cero, y terminan engullidos por ella", relata.
Los personajes de Velázquez, sean payasos despechados o entrenadoras deportivas con una irrefrenable lujuria por los hombres de tallas grandes, enfrentan situaciones limítrofes que, desde el humor, los confrontan para llegar a las últimas consecuencias.
"En México, lo sabemos, hay una corriente de humor que busca el humor por el humor mismo, pero también hay un humor muy inteligente, un humor muy incisivo y un humor muy cruel", ilustra.
"El bullying que se les endilga (a sus personajes) no es la burla por la burla, es un motor para que los personajes se trasciendan a sí mismos" , concluye.
Con un libro de cuentos distinto a todo lo que ha hecho en puerta y con una biblioteca recién inaugurada, Carlos Velázquez cierra con El menonita zen una galería de personajes que, precisamente por haber sido fustigados por su humor incisivo y cruel, han trascendido ya en la mente de sus lectores.