Cuando Curiosity, Perseverance o InSight aterrizaron en Marte tuvieron que superar la fase de entrada en la atmósfera y descenso a la superficie que los ingenieros de la NASA bautizaron como "los siete minutos de terror". Ese es el tiempo del que dispone la nave en la que viajan para pasar de los 19.000 kilómetros por hora a dos metros por segundo.
Esta semana, la NASA se dispone a probar una tecnología que podría usar para explorar no sólo Marte sino Venus o a Titán.
Se trata de una especie de platillo volante inflable que actuaría como escudo térmico durante la entrada en la atmósfera. Ha sido bautizado como LOFTID y la NASA apunta a que si la tecnología es viable, podría usarse para llevar a personas. Su tamaño podría adaptarse para que aterrizaran en Marte grandes misiones robóticas y tripuladas, y también para traer a la Tierra cargas más grandes.
El objetivo es que el platillo volante se despliegue en las capas altas de la atmósfera, permitiendo que la nave espacial desacelere antes y esté sometida a temperaturas más bajas que las que tienen que soportar en la actualidad los sistemas que se mandan a Marte.
El prototipo de este vehículo inflable despegará este jueves desde el puerto espacial de Vandenberg a bordo de un cohete Atlas V de United Launch Alliance que también podrá en órbita otra misión totalmente distinta, el sátélite Joint Polar Satellite System-2 que utilizará el Instituto del Océano y la Atmósfera para estudiar el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos.
Una vez se desprenda el satélite meteorológico, LOFTID será liberado también para que ensaye la maniobra de reentrada y descenso a la Tierra. Porque la prueba, eso sí, tendrá lugar en la órbita terrestre, y ensayará la tecnología entrando en la atmósfera de nuestro planeta, menos complicada que la marciana.
Cuando una nave espacial entra en una atmósfera, las fuerzas aerodinámicas actúan sobre ella y le ayudan a reducir la velocidad, convirtiendo su energía cinética en calor. Pero la atmósfera marciana es mucho menos densa que la que tenemos en la Tierra, lo que supone un reto para esa desaceleración aerodinámica.