“El viaje de Chihiro” se estrenó el 20 de julio de 2001. Es conocida como la obra maestra del cineasta japonés Hayao Miyazaki; particularmente después de que ganó el premio Oscar a la mejor película de animación en 2003 y continúa cautivando al público hasta estos días.
Netflix ganó los derechos el año pasado para transmitir una versión subtitulada en 28 idiomas; mientras que HBO Max tiene los derechos para proyectarla en Norteamérica.
Sin embargo, es más que una simple película: ha tenido un impacto duradero en la animación japonesa durante dos décadas.
“El viaje de Chihiro” es un cuento de hadas sobre una niña, Chihiro, que queda atrapada en el mundo de los espíritus.
Después de encontrar trabajo en una extraña casa de baños dirigida por una hechicera llamada Yubaba, Chihiro se ve obligada a navegar por las pruebas de este universo místico y desconocido, con la ayuda de Haku, un dragón de río que tiene forma humana.
Sin dudas, la cinta sentó un precedente para convertir a las heroínas en el centro de las películas animadas japonesas.
Parte del atractivo duradero de “El viaje de Chihiro” radica en la voluntad de Miyazaki de dejar que la película “respire” y de que el paisaje en sí tenga espacio para “hablar”.
En una entrevista de 2002, Miyazaki dijo al crítico de cine estadounidense Roger Ebert que esta cualidad podría describirse como “ma”, un término japonés para “vacío intencional”.
“Si simplemente tienes acción ininterrumpida sin ningún respiro, es un ajetreo”, dijo Miyazaki. “Pero si te tomas un momento, la tensión que se genera en la película puede crecer en una dimensión más amplia”.
Estos elementos han encontrado su camino en las obras del cineasta japonés moderno Makoto Shinkai, como “5 Centimeters per Second” (2007) y “Your name” (2016).