El oro es un metal tan blando y maleable que para utilizarlo en joyería se mezcla con diferentes aleaciones como el cobre, níquel, plata y zinc. El color resultante depende del tipo de aleaciones utilizadas y sus porcentajes exactos de cada aleación.
El más utilizado en joyería es el de 18 quilates. Por ley, 18k quiere decir que la pieza es 75% de oro puro y 25% de otros metales.
Es el color del oro puro. Si es de 22 K, su composición es: oro al 91,67%, 5% de plata, 2% de cobre y 1,33% de zinc.
Es el color más tradicional, sobre todo en nuestro país y, aunque durante décadas ha estado algo marginado de las colecciones de joyería modernas, ha vuelto con la fuerza del Vintage. Es todo un clásico.
El oro blanco es una aleación de oro y algún otro metal blanco, por lo general níquel, manganeso o paladio, muchas veces recubierta de rodio de alto brillo.
Esta aleación es muy usada en joyería, especialmente como alternativa barata para el platino y, desde hace ya más de dos décadas, se elige de manera casi compulsiva por su elegante discreción.
El oro blanco se comercializa en 18 quilates, que consta de 75% de oro puro, y normalmente un 16% de paladio y un 9% de plata pura.
Rosa
Este metal esta compuesto de un 75% de oro puro, un 20% de cobre que le da este color tan característico y un 5% de plata.
Las joyas compuestas de oro rosa tienen un carácter mucho más atenuado que las joyas realizadas en otro tipo de oro, sin tanto brillo como el oro amarillo que a simple vista es mucho más llamativo y un acabado totalmente distinto al oro blanco, que hasta estos últimos años ha adquirido una fama total y que en estos momentos le está robando el protagonismo el oro rosa.
Rojo
Más allá de los conocidos tres tonos del oro, el rojo nos sumerge en una existencia si cabe más elegante y distinguida.
Su color rojizo procede de los 250 gramos de cobre que se mezclan a los 750 gramos de oro fino de su composición y ha dado tan hermosos ejemplos no solo de joyas, sino también de relojes en los últimos años.