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Hijos de la prisión, entre barrotes y muros

La separación de su mundo a los tres años, lo doloroso

No conocen los árboles ni los parques. No saben reír cuando un cachorro juguetea. Para ellos, sin saberlo, los ruidos del metal chocando, las puertas, las rejas y la custodia policiaca son su mundo.
 
También tienen muchas madres, unas los cuidan, otras los regañan, otras los alimentan.
 
Son los niños nacidos en la prisión, nacidos en el encierro ajeno y que al salir, reciben de golpe la realidad en forma de libertad… sin sus madres.
 
Actualmente hay dos menores en la prisión de La Pila, que al cumplir los tres años deberán soportar la dolorosa separación de su madre y sus adoptivas cuidadoras.
 
Quedarán, en el mejor de los casos, en manos de familiares y si no los hay, pasarán a la tutela del Estado quien tendrá que velar por su futuro, mismo que se vuelve incierto y con el estigma permanente de ser hijos inocentes de la prisión.
 
En entrevista, José Mario de la Garza Marroquín, señaló que las madres en condición de privación de la libertad tienen trato preferencial dentro de los penales, por lo que “hay una especie de incentivo para que esto suceda, normalmente en la cárcel hay mujeres embarazadas, porque el trato que reciben es mejor, pero ¿qué pasa después? los niños nacen dentro de la prisión, por ley tienen que sacarlos a los tres años y tiene que entregarlos ya sea a un familiar o a una casa hogar, pues por ley no pueden quedarse en el penal, aunque luego se buscará cómo se realicen las visitas a la madre”.
 
“Es sorprendente que mujeres que entran al penal sin embarazo, después ya lo están, pues muchas jovencitas buscan quedar embarazadas para tener este trato, no tanto porque ya tengan un matrimonio o alguna relación consolidada, sino para aligerarse la propia vida en prisión y así tenemos a estos menores que acaban siendo víctimas de la propia circunstancia y de la realidad de una prisión”, señaló.
 
Por su parte, la activista y actual titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, Gloria Serrato, señaló que durante su participación en la sociedad civil, al ingresar en las prisiones a constatar el respeto a los derechos humanos de los internos, se observó que muchas mujeres se embarazan para poder tener compañía.
 
“Suena muy duro porque quizá es egoísta de muchas mujeres, porque al estar solas o abandonadas por la familia, entonces ellas encuentran en un nuevo ser humano la posibilidad de hacer compañía o hacerse acompañar durante su estancia en prisión”, destacó.
 
Sin embargo, consideró que hay que ver otros factores como es el derecho de los niños y niñas, como el que no se piense qué es lo que va a pasar.
 
“Hubo un momento en el penal, en el anexo de mujeres, donde había aproximadamente seis bebés, que a la edad de tres años tiene que abandonar la prisión, y ahí está la situación más compleja y más difícil, porque si muchas mujeres no tienen familia o fueron abandonadas, pues ¿a dónde se va este pequeñito? Y el Estado tiene la responsabilidad de albergar al menor hasta que la madre cumpla sus sentencia”.
 
“Es una situación difícil para los menores, pues son muchas mamás para ellos, unas los atiende, otras los regañan etcétera, pues entre las mujeres en condición de privación de la libertad, hay mucha solidaridad con una madre en el penal”.
 
Sin embargo, destacó que no es favorecedor ni para las madres ni los menores, la nutrición que llevan ni la falta de espacios adecuados para los nacidos en la prisión, pues apenas en Estados Unidos se tiene la novedad de incluir en los penales áreas infantiles con ludotecas para este tipo de casos.
 
“Hay indefensión para con los niños, y cuando salen debe ser un golpe muy duro, pues hay lugares abiertos, más niños, más hombres… es una situación compleja y difícil, señaló.
 
¿Podrían ser considerados víctimas?.-
 
“No. Es una decisión de las madres y es su responsabilidad cuidar, albergar y velar por el bebé, pero en el caso de que haya una situación difícil ahí sí el estado puede actuar y retirar a los pequeños”, señaló.
 
Y es que apenas con tres años, los hijos de la prisión deben enfrentar un mundo ajeno separados de la mano de sus madres, por lo que más complejo se vuelve su crecimiento tras ser los precisamente, tres primeros años de vida, los más esenciales para establecer las bases de amor, confianza y carácter que acompañarán la vida de estos niños en el exterior.
 
Son hijos de la prisión, de todos y de nadie, los que juegan en estos momentos entre barrotes, pases de lista y altos muros que no los dejan conocer el horizonte.
 
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