El compromiso es simple: las autoridades
de inspección y comercio anuncian que pondrán sus barbas a remojar.
Y ya las pusieron a remojar en muchos
otros momentos. Incluso tras la tragedia de Lobohombo, registrada también allá
en el Distrito Federal.
Resulta para algunos funcionarios muy
atractivo aprovechar situaciones de drama social y familiar para buscar su
mayor lucimiento y aparecer ante la sociedad como servidores públicos,
cumplidos, responsables y sensibles.
Sin embargo, basta con que el
ciudadano realice una inspección a vuelo de pájaro para tomar nota de las
irregularidades que presentan más de la mitad, casi todas, de las negociaciones
dedicadas a ofrecer diversión.
Para empezar, son pocas las que
cuentan con sistemas de seguridad antiincendios; las más carecen de salidas de emergencia
y, cuando las tienen, éstas –y si no compruébese in situ--, se encuentran
bloqueadas, cuando no inutilizadas o francamente simuladas ¿Qué se prueba? Que
carecen de seguridad.
Ahora que han concluido cursos en
muchas escuelas y se demandan espacios para organizar “la despedida”, la mayor
parte de los antros presenta irregularidades; y es que, como la temporada
promete, hay inspectores –que no son pocos--, que cierran los ojos, voltean la
cara y, disimuladamente, estiran la mano para ver qué es lo que allí le pegan
los antreros.
Así es como se han construido las
tragedias.
Como la tragedia registrada en el
New’s Divine ha dado la vuelta al mundo, aquí en San Luis se asegura que se
tomarán las medidas que sean necesarias para evitar algo así. Declaraciones,
nada más. Paroles, paroles, paroles.
Esta es una temporada especial, los
antros son hiperdemandados, por lo que apenas concluyen con un compromiso ya
tienen encima otros dos o tres, de modo que, por ello mismo, se incrementa el
riesgo de una desgracia; de esas que vienen cuando una multitud decide festejar
algo y alguien decide aprovecharlo.
No se puede esconder que, por
principio estos centros nocturnos, estos antros, incumplen con lo elemental y
lo hacen por pragmatismo: se trata de tener los mayores ingresos posibles, como
sea, incluso a costa de “untarle la mano” a los inspectores. Y ya se sabe que,
a veces, así se va sembrando la tragedia.
Y no están los antreros solos en este
“negocio” de acarrear a la muchachada. Están allí los directores, los maestros,
los padres de familia y las sociedades de alumnos. Unos por el dinero que
representan estos eventos y, otros por aventarse una juerga entre más grande,
mejor.
Pero claro que esta reacción de la
jefatura de inspección del ayuntamiento capitalino tiene que ser bienvenida; e,
incluso, respaldada. Sí claro, cuando de lo que se trata es de dar a los
festejantes la absoluta garantía de la seguridad. No se trata sólo de
ganancias, se trata de algo más importante: de la seguridad y de la vida de los
muchachos.