Detrás de la declinación de Manuel Espino Barrientos a buscar la reelección en la dirigencia del PAN, hay mucho más que un cálculo político o el temor a un combate que le auguraba una derrota casi segura con Germán Martínez Cázares. Para que un político del tipo de Espino, fajador y pendenciero, abandone una pelea, se necesita algo más que la certeza de un combate difícil y disparejo. Manuel es de la clase de los que se lanzan al ring sin pensar si pueden ganar o perder, lo hacen simplemente porque lo suyo es pelear.
¿Qué lo hizo entonces aventar la toalla antes de tirar siquiera el primer golpe? En las cúpulas panistas se maneja una versión que señala que a Espino lo amedrentaron con una serie de mensajes directos sobre “expedientes” en poder del gobierno calderonista que documentan “situaciones muy comprometedoras” para el actual dirigente panista.
Desde negocios poco claros con algunos gobernadores panistas, hasta su participación en la red de tráfico de influencias instrumentada en el gobierno de Vicente Fox, serían parte de los casos documentados que habrían sido utilizados para “persuadir” a Espino de que era momento de hacerse a un lado o que si decidía buscar la reelección y complicarle las cosas al candidato del Presidente, se debía atener a las consecuencias.
Enviados directos de Los Pinos habrían sido los encargados de hacerle saber, sutilmente a Espino, de la “información” que tenían en el gobierno y que lo involucra en “situaciones delicadas”. No hubo, según dicen, ninguna petición concreta para que declinara, simplemente le hicieron saber que la decisión era suya.
A juzgar por lo que decidió el dirigente panista, el mensaje “sutil” surtió efecto. Espino se tardó casi tres semanas para hacer pública una decisión que ya había comunicado a los enviados de Calderón, pero que pidió le dejaran anunciar a su modo y con sus tiempos.
En lo que fue su declinación pública, en entrevista con el periodista Carlos Loret, Espino se dio tiempo para mandar mensajes cifrados y abiertos sobre lo que dirá una vez que deje la presidencia del PAN. Sus amenazas de revelar nombres “que en su momento voy a decir” sobre personajes del gobierno que han tenido una injerencia indebida en el partido, llevaban dedicatoria directa para el asesor presidencial Juan Camilo Mouriño, a quien Espino parece ubicar como el operador de la estrategia en su contra.
No falta mucho para que se sepa si los amagos y bravuconadas de Espino son en serio o si sólo ejerce su derecho al pataleo y pretende disminuir el desgaste que significa su capitulación ante el grupo del presidente Calderón. Si hablaba en serio y una vez que abandone la presidencia panista va a despotricar y a lanzar acusaciones, más valdría que don Manuel midiera bien la situación y recordara aquella vieja consigna política que habla de la proporcionalidad inversa entre la lengua y la cola.
Notas indiscretas... A propósito del PAN, sin Espino enfrente no hay candidato que le pueda hacer sombra a Germán Martínez. El único podría ser Carlos Abascal, que representaría a los grupos conservadores, pero el ex secretario de Gobernación dice que “lo está pensando”. Y vaya que Abascal tiene que pensarlo; porque varios de los grupos ultras que se supone lo apoyarían ya tuvieron acuerdos y acercamientos con Germán Martínez, quien buscó a varias de las organizaciones más conservadoras, incluidos los yunquistas. El caso de Felipe González se definirá este viernes, cuando el senador decida si le entra o no, una vez que mida sus fuerzas, porque su candidatura no va respaldada por el grupo de Santiago Creel. El que sí era el gallo de Creel es Humberto Aguilar Coronado, pero si el poblano decidió no enfrentarse es porque ya debe haber un pacto para que los creelistas, que representan poco más de 10% del Consejo Nacional, apoyen la candidatura de Germán. La pregunta es si en el PAN veremos reeditarse las épocas del “candidato de unidad” de la era priísta o si le pondrán a Martínez un contrincante aunque sea de comparsa… Los dados se entrampan. Tercera Serpiente y la semana se descompuso.