San Luis Potosí, SLP.- Con el regreso a clases, las inmediaciones de las escuelas en la capital potosina han visto un repunte en la instalación de puestos ambulantes de comida chatarra, lo que ha despertado preocupación entre docentes y padres de familia. Aunque desde hace años está prohibida la venta de estos productos dentro de los planteles, en las calles aledañas la oferta se ha multiplicado, antes se observaba uno o dos carritos, ahora son hasta tres o cuatro los que ofrecen frituras, refrescos, dulces y golosinas a la salida de los estudiantes.
“Antes por lo menos era un carrito el que se ponía en la esquina, ahora ya parece tianguis de botanas; los niños salen y lo primero que hacen es irse directo a comprar papitas, chicharrones o refrescos”, señaló una madre de familia de una primaria ubicada en el Centro Histórico.
La prohibición del consumo de comida chatarra en las escuelas entró en vigor el 29 de marzo, teniendo como objetivo transformar los entornos escolares para combatir el sobrepeso y la obesidad infantil.
En San Luis Potosí, el secretario de Educación del Gobierno del Estado, Juan Carlos Torres Cedillo, recordó que ya se habían implementado acciones similares en ciclos anteriores, pero ahora el control será más estricto tanto en las cooperativas escolares como en los negocios ambulantes cercanos a los planteles.
“La alimentación en las cooperativas debe ser saludable, y los vendedores fuera de las escuelas deben ofrecer productos nutritivos. Estamos trabajando con los ayuntamientos para que se regulen”, afirmó el funcionario.
Sin embargo, la realidad en las calles refleja otra cara, la venta de comida chatarra no ha disminuido, por el contrario, se ha intensificado. A pesar de que las áreas de comercio municipal deberían reforzar los operativos, padres y maestros aseguran que el flujo de productos poco saludables es cada vez mayor.
Algunos comerciantes han comenzado a incluir opciones como fruta picada o jugos naturales para evitar sanciones, pero en la práctica los niños suelen inclinarse por los productos ultraprocesados.
“Sí ponen vasitos de fruta, pero al lado tienen las frituras o los dulces. Los niños no dudan, eligen lo que más les atrae, y eso sigue siendo la comida chatarra”, comentó una maestra de secundaria.
La contradicción se refleja en los mismos estudiantes, quienes, ante la prohibición dentro de los planteles, han encontrado formas de introducir de contrabando los productos. “Se ponen de acuerdo, juntan dinero, llevan papas de diferentes sabores y hasta platos para compartir en el receso. Es como un mini banquete de botanas dentro del salón”, narró otro docente, quien aseguró que ya han informado de la situación a los padres de familia.
El tema ha provocado roces entre la comunidad educativa y los tutores. Mientras los maestros insisten en que la medida busca proteger la salud de los estudiantes, algunos padres consideran que la decisión sobre lo que comen sus hijos les corresponde únicamente a ellos.
“Los maestros nos dicen que no mandemos papitas ni dulces, pero nosotros somos los papás, y nosotros decidimos qué les damos. No nos pueden imponer”, expresó una madre de una escuela primaria del centro histórico.
Este choque de posturas ha generado que, en la práctica, la normativa sea difícil de aplicar. Mientras dentro de las escuelas se intenta controlar la oferta de productos, afuera y en las mochilas de los propios alumnos, la comida chatarra sigue entrando sin mayor restricción.
El trasfondo del problema es más complejo que la simple prohibición. Aunque la estrategia busca fomentar hábitos saludables, en San Luis Potosí no se ha logrado un control efectivo. La proliferación de vendedores ambulantes, la falta de operativos constantes y la resistencia de algunos padres revelan que el impacto de la normativa es limitado.
Para los docentes, el escenario es desalentador: “Por un lado nos piden promover la vida saludable, pero en la práctica los niños tienen acceso a toda la comida chatarra que quieran, ya sea en la calle o dentro de la misma escuela a escondidas. Es una lucha desigual”, resumió un profesor.
El debate sigue abierto ¿realmente las políticas públicas están reduciendo el consumo de productos ultraprocesados o solo están desplazando el problema hacia espacios menos regulados? Lo cierto es que, al menos en la capital potosina, la comida chatarra no ha perdido terreno; al contrario, ha encontrado nuevas formas de llegar a los estudiantes.