Pbro. Lic. Salvador González Vásquez | 22/06/2025 | 04:02
Cuánto pudimos haber logrado, si hubiéramos visto bien, a la persona con quien estábamos tratando. Perdimos mucho, por haber formado un concepto equivocado.
Se fue la oportunidad de tener buenos amigos, por causa de un falso concepto.
Ya que, de acuerdo al concepto, es como va a ser el trato. Por eso, hemos tratado mal, a quien debimos haber tratado bien.
Más lamentable aún, cuando estamos falsificando la imagen de Dios.
Porque del concepto que tengamos de Dios, así será nuestra vida.
Si conociéramos al verdadero Dios, nuestra existencia sería distinta; viviríamos llenos de amor.
Por eso, que indispensable, es revisar el concepto.
El Señor, quería que sus discípulos tuvieran una imagen clara, de quién es Él. Y dice el Evangelio: “Un día en que Jesús acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: ¿ Quién dice la gente que soy yo? Ellos contestaron: unos dicen que eres juan el bautista; otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado.(Lc.9)
La gente se forma ideas distintas, con respecto a la misma persona.
Pero, nos equivocamos, cuando hacemos un concepto, partiendo de lo que otros dicen.
Es por eso, que enseguida, Jesús lanza otro cuestionamiento, y les pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Respondió Pedro: El mesías de Dios”. (Lc.9).
Lo que importa, no es lo que otros piensen del que está cerca, lo que cuenta, es la experiencia personal, que tengamos de alguien.
La experiencia de Dios, y del hombre, son algo muy personal; y en esto, no tiene por qué influir la experiencia o el concepto de los demás.
Tengamos cuidado, con lo que pensamos de alguien, es preferible tener una idea, a partir de la propia vivencia.
Porque de acuerdo al concepto será la relación; y tal vez en eso, nos vaya la vida.
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.