Ericka Segura | 18/05/2025 | 11:42
San Luis Potosí, SLP.- El clamor fue unánime “La violencia no es normal”. Con ese poderoso mensaje, cientos de potosinos salieron a las calles este domingo, vestidos de blanco, con el rostro serio y los carteles en alto. Caminaban no solo por Sandra Revilla, sino por todos los que ya no están, por una ciudad que se desangra, por una sociedad que se siente sola ante una ola de violencia imparable.
La marcha partió del tradicional Jardín de Tequis y avanzó en silencio hacia la Fiscalía General del Estado. Familias, jóvenes, adultos mayores y niños caminaron juntos exigiendo justicia por el asesinato de la empresaria Sandra Revilla Olavarrieta, ocurrido el pasado 10 de mayo, en el interior de su negocio en Circuito Potosí. Tenía 54 años.
Los reportes preliminares del acto violento indican que, dos hombres ingresaron a su establecimiento poco después de que ella lo abriera. Uno de ellos disparó directamente contra Sandra. No hubo robo, no se llevaron dinero ni objetos de valor. Se tienen distintas lineas de investigación pero sin embargo, hasta ahora, sus asesinos siguen libres.
Este crimen ha sacudido profundamente a la sociedad potosina. Sandra no era una desconocida. Era una mujer trabajadora, una empresaria que impulsaba la economía local, una madre, una amiga. Su muerte, como la de tantas otras víctimas, revela una verdad que muchos ya no pueden seguir ignorando: San Luis Potosí ha dejado de ser una ciudad segura.
“Galindo, las mujeres de la capital no nos sentimos seguras”, coreaban algunas de las manifestantes frente a la Fiscalía, dirigiéndose al alcalde Enrique Galindo. “Si no puede garantizarnos seguridad, que renuncie”, exigían otras voces, mientras los carteles hablaban por todos: “Policía cómplice”, “Queremos vivir sin miedo”, “Justicia para Sandra”.
La indignación no es solo por este caso. Es el resultado de años de omisiones, de una violencia que se ha normalizado, de una creciente sensación de abandono. San Luis Potosí, que se presume como “la capital amable”, hoy se encuentra atrapada en una espiral de criminalidad que parece no tener fin. Los homicidios, feminicidios, desapariciones y robos son ya parte del cotidiano, mientras la ciudadanía grita, una vez más, por ayuda.
La marcha fue pacífica, pero no tan silenciosa. Cada paso, cada consigna, fue un recordatorio de lo que se ha perdido, la paz, la confianza, la certeza de que se puede salir a trabajar y volver a casa. La muerte de Sandra no solo arrebató una vida, también fracturó la ilusión de seguridad en una ciudad que cada día se siente más vulnerable.
Este crimen, como tantos otros, no puede quedar impune. Pero más allá de la exigencia de justicia para Sandra Revilla, la sociedad potosina está lanzando un grito desesperado, el miedo los ha alcanzado y no hay autoridad que responda.
La reflexión es obligada, ¿Cuántas marchas más harán falta para que la violencia deje de ser una constante? ¿Cuántas vidas más se perderán antes de que se actúe con firmeza? San Luis Potosí está herido y su gente cansada. La justicia no puede seguir siendo una promesa vacía.
Porque la violencia no es normal. Y porque nadie debería tener que marchar para que le escuchen.