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columnas

La Ciudad del Sol

Jorge Chessal Palau | 07/05/2025 | 15:39

EN LA VASTA BIBLIOTECA DE ciudades imaginarias, esas que nacen en la imaginación de filósofos, poetas, idealistas y visionarios, hay una que brilla tanto como su nombre desde hace más de cuatro siglos: la Ciudad del Sol de Tommaso Campanella.

PRESO POR HEREJE Y REBELDE, Campanella estuvo en una prisión napolitana divagando en su mente por un lugar donde el amanecer nunca decepciona. Desde aquella celda, dio a la posteridad una urbe radiante que combina astronomía, misticismo renacentista y un toque de rebeldía mediterránea.

LA CIUDAD DEL SOL SE LEVANTA sobre siete círculos concéntricos, algo así como una especie de cebolla arquitectónica. Cada anillo tiene su muralla, su puerta y su nombre, inspirado en los astros y en las virtudes; una metáfora urbanística que suena casi casi como una melodía pop medieval.

PARA CAMPANELLA, LAS MURALLAS no son barreras de miedo, sino capítulos de una enciclopedia viva: sus interiores están cubiertos de frescos que muestran desde la anatomía humana hasta la cartografía de los mares aún inexplorados. La escuela no es un aula sino la propia ciudad, donde al andar se aprende.

EN LA CIUDAD DEL SOL NADA ES totalmente privado: ni la comida, ni las casas, ni siquiera los sentimientos políticos. Campanella propone una especie de cooperativa integral, donde el trabajo rota para evitar castas y la propiedad colectiva evita envidia y pobreza.

TODO SUENA IDEAL HASTA QUE uno recuerda las cenas familiares en las que decidir el último pedazo de pizza puede derivar en drama. Imaginemos, entonces, la logística de un armario comunal donde escoger la ropa a usar al día siguiente. Quizá la mayor hazaña de esta ciudad no sea la justicia sino la paciencia.

SOBRA DECIR QUE LA VISIÓN DE Campanella escandalizó a la aristocracia y a buena parte de la Iglesia. Sin embargo, también conquistó a intelectuales cansados de las crónicas bélicas de aquella Europa experta en conflictos. La Ciudad del Sol abría un balcón a la posibilidad de una ciencia amiga de la fe, un gobierno guiado por la razón y un sentido común a gran escala. Era, en suma, el boceto de un urbanismo pedagógico, antes de que existieran esas sofisticadas teorías del “learningcity” (a lo que dedicaremos algún día una columna).

¿QUÉ LECCIONES NOS OFRECE LA obra de Campanella? Primero, la idea de que el conocimiento puede y debe impregnar el espacio público. Museos al aire libre, murales con fórmulas de física, huertos escolares en azoteas.

SEGUNDO, LA ROTACIÓN DE oficios invita a repensar la rigidez laboral actual.  La diversidad de tareas, dice Campanella, es vacuna contra la alienación.

HOY, EN LA ERA DEL ALGORITMO, tal vez la pregunta sea cómo trasladar la transparencia didáctica de Campanella a un espacio digital donde las “murallas” son firewalls y los frescos se sustituyen por tutoriales interactivos.

AL FINAL, LA CIUDAD DEL SOL funciona como un recordatorio amable de que imaginar otros mundos es el primer paso para redibujar el actual.

@jchessal