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'Habrá discernimiento en cónclave'

Agencia Reforma | 06/05/2025 | 08:53

Hernán Quezada, Delegado de Formación, Juventudes y Vocaciones de la Conferencia Jesuita de América Latina y el Caribe, habla de los desafíos del cónclave de cardenales para elegir al sucesor del Papa Francisco.

Durante su estancia en Roma, donde colaboró en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, creado por Francisco en agosto de 2016, Quezada conoció directamente al Papa y laboró fundamentalmente en temas relacionados con la migración. 

 

Frente al cónclave: ¿Qué es lo que los cardenales tendrían que ver como legado para decidir al sucesor?

En una perspectiva histórica: El de Juan Pablo II fue un pontificado muy largo que al final estuvo ya en condiciones muy precarias de salud y dejó muchos años sin gobernar. Había muchos problemas; todos estos temas de los abusos, las cuestiones económicas, la cuestión de la Curia muy compleja.

Luego viene Benedicto XVI, que es un Papa que conocía muy bien la situación, porque, digámoslo así, es un Papa desde dentro de la Curia Romana, que conocía todos los casos, que sabía toda la información. Realmente es el Papa que empieza a operar una serie de cambios fuertes, en el sentido, por ejemplo, todo el tema de los abusos. Él es el que mueve, el que actúa sobre Marcial Maciel. Pero fue un papado también poco carismático; no movía masas. Tuvo que meterse a limpiar todo el desorden que había dentro.

Luego viene Francisco, que no viene como del proceso de Curia Romana, es un Papa totalmente de fuera, incluso de lejos, y eso le va a dar una mirada fresca al asunto, pero continuidad por el cónclave en el que es elegido Benedicto XVI.

El pontificado de Francisco aportó a la Iglesia un Papa muy carismático, de fácil entendimiento. Y también fue un Papa de puentes. Marca una Iglesia que ya no está hablando solamente de temas teológicos, de moral, sino que hace una propuesta totalmente de diálogo con el gran desafío de la actualidad, que es el tema climático. Entonces ahí, el mundo científico, el mundo ambientalista, de pronto dicen: 'Tenemos acceso, este puente hay que cruzarlo'. Y la Iglesia lo puede cruzar, porque claro que se vuelven unos aliados para el tema de calentamiento global, para todos estos temas. Entonces entra la Iglesia a una agenda en donde no estaba, pero que es urgente que esté, y luego va atendiendo otros temas.

Quezada levanta sus manos y junta sus índices y pulgares como si pellizcara algo.

"A mí me gusta explicarlo con la teoría de la liga. Está así, cortita, y entonces el Papa Francisco jaló, jaló, jaló, jaló, jaló, jaló, pero se detiene cuando la cosa ya pinta que se puede romper", explica con un movimiento como si estirara.

"Entonces no llegamos acá, pero antes estaba aquí y ahora se quedó acá".

"En el tema de la mujer dicen: 'No llegó a donde tenía que llegar', en el tema de divorciados y vueltos a casar: 'No llegó a donde tenía que llegar'. Yo digo: 'Sí, no llegó a donde tenía que llegar, pero esto es un proceso'. Hay un avance importante en estas temáticas, que el mundo se imagina realmente que el Papa es un rey, y que entonces se siente en el trono y hace todos los cambios. Y el Papa realmente no puede hacer eso, porque no es un monarca, sino es un líder espiritual, que tiene que guiar una Iglesia en una gran diversidad de situaciones, en situaciones locales; entonces decir, no puedes mantener la misma, empujar hacia donde mismo a la iglesia que está en Nicaragua, que a la iglesia que está en Pakistán, que a la iglesia que está en África, o la iglesia que está en Gaza", abunda.

 

Quezada redondea:

"Todo ese mosaico un Papa lo tiene que superar, y manejar esta información que le viene a través de muchos intermediarios, que son los cardenales, los obispos, y sus otras vías.

Por un lado, es el gran cambio que Benedicto se tuvo que centrar en limpiar cañerías, en recoger tiraderos, en sacar escobetas y jabón, para los asuntos de dentro, pero fue más allá, ya fue este Papa, viene de fuera, y entonces abre, tiende muchos puentes, mete muchos temas, y es un momento de muchos cambios dentro de la misma iglesia.

 Un reformador no creo que sea la palabra más adecuada, no, si no aplican estos conceptos, sino que siguió el proceso".

Uno de los temas del que, según los reportes públicos, se ha conversado en los precónclaves es una preocupación por la polarización.

Es más como narrativa del entorno que surge de un pontificado que dio lugar a la disidencia. Pero no son la mayoría. Son pocos pero muy ruidosos de comunicación, porque también sabemos que estos grupos tienen mucho acceso a medios de comunicación que ellos controlaban o pagaban y esto hacía crecer la sensación de una Iglesia altamente polarizada y en llamas. No creo. De entrada, el 80 por ciento de los cardenales fueron nombrados por el Papa Francisco. Ya son nombramientos que pasaron, digamos, cierto tipo de filtro de los que buscó poner el Papa Francisco, que fueran gente buena, probada, pero no es una gente donde todos están en la misma posición, digamos así, ideológica o política, que siempre va a haber ideología y política. Lo que sí hay es evangelio y es gente que va a enriquecer este diálogo. No me imagino como un cónclave ensangrentado entre, un poco como la película 'Cónclave' que retrataba a dos grupos que estaban en una lucha salvaje.

¿Necesitamos un Papa que siga la línea de ser muy carismático?, ¿como de qué edad lo necesitamos? Si el Papa es muy joven, entonces va a ser un Papa de 30 años, porque hoy la gente dura más, entonces decir un Papa de 35, casi 30 años, ¿es conveniente?, ¿ no es conveniente? Va a ser el tema de ellos, de visualizar y desde ahí empezar con la elección.

 

¿Gravitará el tema de la sinodalidad?

El tema de la sinodalidad se ha entendido poco. Algunos creyeron que era una propuesta de una especie de democracia de: 'Lo que digan las mayorías eso vamos a hacer'. Lo simple es decir sinodalidad es caminar juntos y escucharnos. En el fondo está una descentralización de la Iglesia. Las iglesias tienen que oírse, y cada iglesia particular tiene que escucharse y tomar sus decisiones, por supuesto enmarcadas en lo que nos da unidad. Lo que era un sínodo de obispos, Francisco lo convirtió en un sínodo de obispos con participación activa de laicos y laicas, de religiosas y de religiosos, algo conjunto.

Es romper esta idea del Papa como un rey; de los nuncios apostólicos como virreyes y los obispos como señores feudales. Esta estructura es la que se está rompiendo.

Cuando Francisco fue electo (2013), los ejes de la política, de la geopolítica, eran muy diferentes a los que hoy tenemos. Para empezar no estaba Trump, y Trump es el gran disruptor mundial, por un lado, por otro, gobiernos y corrientes muy fuertes en Latinoamérica, en Europa, de ultraderecha, antimigrante, xenófoba. Y ahí está su carta a los obispos de EU sobre migración que confronta la política de Trump ¿Se necesita un Papa que mantenga esta definición frente a problemas como la migración o un Papa que atempere, o de plano, un Papa que de un paso atrás?.

Ser un Papa implica un impulso fuerte al cristianismo, entonces un cristianismo en el siglo 21, no puede no decir lo que dijo Francisco. No lo dijo solamente como idea de Francisco, sino lo dijo en tanto lo que es la doctrina social de la iglesia, en tanto lo que es lo propio de la Iglesia. Él se iba a Lampedusa, y tiraba una corona ahí, y le entregaban un chaleco que traía uno de los migrantes, y le ponían una cruz, entonces, esos signos comunicativos son los que posibilitan realmente el mensaje cristiano, pero no es que no hayan estado en la Iglesia. No se puede ser católico, no se puede ser cristiano sin tener solidaridad, ni movernos, ni plantarnos frente a este tipo de corrientes a nivel global.

El Papa que venga va a seguir en esta línea, no puede no seguir. Otro es el nivel de lo local, donde se van dando estos pequeños pactos, de pronto, de decir: 'No digo porque no es conveniente'. Con esta carta a los obispos de Estados Unidos, Francisco les dice: 'Oigan, nosotros estamos en esta línea, que es la línea de la Iglesia, del cristianismo, y de la doctrina social de la Iglesia', que eso ahí está, es vigente, y fue un impulsor o rescatador de todo el Concilio Vaticano II.

Veo muy difícil que el próximo Papa fuera a llegar y dijera: 'No, ahora nos vamos a alinear con la política anti-inmigrante', y juega, porque ves al Papa lanzando esta carta, pero también ves al Papa llevándose bien con (la Primera Ministra de Italia, Giorgia) Meloni, o sea, tienen que tener una capacidad diplomática, porque al final, es un jefe de Estado, pero no es su rol el ser monarca, sino su rol es el de un pastor que tiene que dialogar, hablar, mover, con mucha astucia, para proteger todos los flancos que tiene abiertos.

 

¿Un cónclave hacia dónde?

Nuestra mirada alcanza hasta un límite sobre lo que va a pasar adentro. Y adentro se ven muchos aspectos. No es que arrancan y empiezan: '¿A quién ves que debería de ser?'. Están en procesos, y ahí se derivan en un perfil de qué tipo de Papa necesita la Iglesia en este momento. Participaron en un precónclave, donde hablan y recogen visiones donde están todos, los más de 200 cardenales y también la sabiduría de los viejos de los cardenales de más de 80 años.

No me imagino la lucha encarnizada sino me imagino verdaderamente un discernimiento. No es el tema como quieren pintar de: 'Vamos a volver a la capa roja o los zapatos rojos'. Es mucho más lo que se van a plantear los Cardenales.

Son mas de 100 cardenales; ellos mismos ni se conocen. Es una oportunidad de conocerse y hablar. Tienen su tiempo para dar sus discursos ante algunos temas. Hay participaciones, y esas van moviendo en los cardenales la moción de tal a cual. Puede salir uno que la gente ni conoce. A Bergoglio no lo conocían.