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Miedo

Claudia Guadalupe Martínez Jasso | 26/04/2025 | 22:21

Te encoges, tiemblas, miras hacia todos lados, respiras rápidamente, el corazón retumba y sudas frío. Tal vez, si el frío es intenso los dientes repiquetean. Porque la muerte es fría. Y el cuerpo es amoroso y también tiene la función de protegernos de ella. Nos empuja a buscar al sol, al calor, a regresar a la calma, a la seguridad y a la supervivencia. Los abrazos de los amados son calientitos, las palabras dulces y de consuelo relajan todos los músculos del cuerpo, entonces, salimos de la alerta, del estrés y cuando el miedo es mucho, del pánico. En ocasiones, por eso decimos: “Me congelé de miedo.” Los colores, frutos y bellezas de la naturaleza duermen en invierno, es la noche del año, se acaba el movimiento, la danza, el eros y viene el tánatos y todo se ensombrece. Con esto no digo que el invierno no sea bello o bueno, sino que es un momento de resguardo, de ir hacia adentro, de no movimiento. Pero, así como la naturaleza nos mece en sus ciclos, también nosotros, a imagen y semejanza de la flor de la vida, nos transformamos constantemente. El problema viene cuando hay un estancamiento dentro de nuestro Ser y tenemos congelado el corazón, la mente o el cuerpo. Cuando el miedo, que es frío, que avisa que hay peligros, se ha convertido en el Amo, dejando a nuestras pobres Almas encarceladas a lo predecible, sin ser capaces de volver al sol de la niñez, en dónde nuestro niño(a) interior sabe ser luz, movimiento, juego y creación. Requerimos del calor del enojo a veces, de la frescura volátil como un ventarrón de la alegría y de la humedad liberadora de la tristeza, pero si nos quedamos congelados en el miedo, queridos(as) amigos(as), morimos en vida. ¿A qué le tienes miedo? Nómbralo y serás libre. Míralo de frente, acéptalo, se humilde y entonces el hielo se comenzará a derretir y darás un suspiro de alivio, la primavera volverá poco a poco y te puedo casi jurar que volverás a desear, a manifestar y a sentir la alegría de vivir. Porque todas las estaciones, se contienen unas a otras en sí mismas, al igual que las emociones. ¿Qué te asustó tanto que no te mueves? ¿Sucedió alguna situación difícil y desafiante que te has quedado encerrado(a) en ti mismo(a)? Sé que nos han sucedido situaciones muy adversas en diferentes niveles. Situaciones en la historia que se quedan grabadas en las memorias del cuerpo y nos mantienen alerta, pero ¿Y si del pasado extraemos la sabiduría? ¿Y si le decimos a nuestro inconsciente que lo traumático es improbable que vuelva a suceder, si hacemos conciencia y tomamos las medidas adecuadas de discernimiento para evitarlo, en la medida de lo posible? Pero ¿Dejar de vivir? Para no mojarte ¿Usarás impermeable o te quedarás en casa temiéndole al agua? ¿Estás viviendo el presente o vives atrapado(a) en lo que fue? Como humanos le tememos a la muerte, a la enfermedad, a la pérdida, al dolor, a la violencia. Es normal, ¿Cómo no hacerlo? Nuestra parte instintiva nos protege, pero, ¿Y si lo equilibramos? Porque allá afuera, también hay primaveras, paz, besos, abrazos, solidaridad, valores, crecimiento, conocimiento, belleza. A veces, en las consultas, las personas que tiemblan de miedo sin saber porque, mirando a sus ancestros a quienes les cargan por lealtad los dolores, al escuchar la frase: “La guerra ya terminó” entornan los ojos con incredulidad, para luego dar un suspiro de alivio. Y claro, lamentablemente la guerra no ha terminado para muchos, pero para algunos, esa guerra está en el inconsciente de la memoria del árbol genealógico y la persona podría vivir en paz y honrar a sus ancestros, por ejemplo, disfrutando de la calma y la libertad, en la medida de lo posible. Sin caer en positivismo tóxico, intentemos tampoco inclinarnos hacia la negatividad y la amargura. Porque vivir congelados(as) de miedo, encerrados(as) en rutinas, en estructuras rígidas, en tradiciones obsoletas, en creencias o en una melancolía que funciona como jalón hacia la muerte, nos apaga. Y ¿Cómo es que Seres de luz, de sabiduría y amor vivan entre barrotes de peligros que ya no están o que habitan en la mente, únicamente en la mente? Sería ilusorio decir que no hay peligros allá afuera, pero ¿En dónde queda la fe y la confianza en la Vida? Y si decidimos resguardarnos porque hemos creado un templo de paz y dulzura y estamos reposando sin miedo, entonces sabia decisión, pero si somos ermitaños por destierro o pánico, lo más justo es que dejemos que el amor solar, derrita el hielo que nos mantiene temerosos en el sillón, la adicción (lo no dicho) o la evasión. El contacto de verdad amoroso con los otros, teje una red de seguridad y confianza, que no se rompe jamás y que supera incluso la muerte física. La falta de apego seguro, puede ser sanado, con otros vínculos y apegos seguros y no hay Ser en este mundo, que, teniendo un apego sano, no pueda derrotar al miedo no sano. Porque el miedo es necesario, pero cuando se hospeda para siempre y sin razón, enferma. Oye ¿Y si dejas que los rayos del sol derritan los miedos que no son tuyos, que son obsoletos y dejas que se resquebrajen, permitiendo la entrada de la luz que te recuerde que estas a salvo, que eres profundamente amado(a) y que no hay milagro que no pueda darse en tu vida, cuando vuelves a conectarte con el Amor Divino?
Gracias por caminar juntos.