Better Man inicia con la voz en off del cantante británico Robbie Williams. Nos advierte que lo que estamos por ver es su historia, pero, sobre todo, el cómo se ve a sí mismo. ¿El giro? El personaje que vemos en pantalla es un pequeño simio que habla, canta, se viste y actúa como humano. Durante las próximas dos horas, así es como lo veremos, sin importar cuán extremas sean las situaciones. Y sí, el efecto funciona.
Habrá quienes conozcan la historia de Williams y quienes no (en Estados Unidos, por ejemplo, nunca logró figurar). Su vida sigue la misma pauta de tantos famosos que alcanzan el súperestrellato -aquí primero con la banda Take That y luego como solista- pero que, en realidad, están viviendo un infierno de depresión, adicciones y problemas mentales.
Williams tuvo la suerte de sobrevivir, y ahora, la disposición de compartirlo todo con nosotros, siempre con su característico sentido del humor, entre negro y negrísimo.
En el fondo, la historia de Williams ha tenido y sigue teniendo muchas vertientes, pero su hilo conductor siempre ha sido la relación con su padre. Es un tema universal que permea toda la película, y que se trata aquí con el corazón en la mano. La clásica canción "My Way" juega un papel clave, enmarcando la película con una gran carga emotiva.
Pero si de canciones hablamos, Better Man contiene la mejor secuencia musical de cualquier película estrenada este último año (y vaya que tuvo competencia). Filmada realmente en locación, la interpretación de "Rock DJ" sobre las calles de Londres dejará a más de uno boquiabierto, y es un gran logro del director Michael Gracey (El Gran Showman, 2017). También lo es una mágica secuencia romántica al ritmo de "She's The One", así como un tristísimo montaje de "Angels".
Cabe mencionar que la película tiene tal calidad -en ejecución, creatividad, valores artísticos y puro entretenimiento- que no es necesario conocer al cantante de antemano para disfrutarla. Para eso está el filme, y el viaje bien vale la pena.
