La Carta Magna. El té con galletas. El futbol. La realeza. Gran Bretaña es un país famoso por conservar sus tradiciones. No por nada Churchill decía que un país que no conoce su pasado, no tiene futuro.
Llega el más reciente filme de un personaje clave de la cultura británica: Paddington: Aventura en la Selva.
Paddington está feliz: ¡por fin ha conseguido la nacionalidad británica! En el hogar Brown hay cambios: Judy partirá a la universidad y Jonathan se la pasa en su cuarto. La mamá suspira nostálgica. Pero la familia está a punto de brincar el charco.
La tercera entrega sobre el oso Paddington repite varias de sus mantras: mucha comedia física, historia sencilla y villanos carismáticos.
La producción reluce con notas internacionales al llevarnos al Perú, y adentrarnos en la selva amazónica, con una ambientación mitad Reina Africana, mitad Jungle Cruise de Disneylandia.
La cinta es fiel a su título y hay amenas escenas de acción en locaciones exóticas, ejecutadas por un reparto estelar: repite Hugo Bonneville como el patriarca Brown, aunque Emily Mortimer sustituye a Sally Hawkins como Mary, la mamá.
Son los actores secundarios, los que se roban la película: Antonio Banderas se posesiona de su rol como el capitán del barco, papel que goza al infinito; pero aún más sensacional, está Olivia Colman como la Madre Superiora. Se nos olvida su casi orgánica vis cómica.
Esta secuela no es la más original, ni la mejor de la saga pero es perfecta para toda la familia: cero pretenciosa, divertida, sin dobles sentidos y rebosante de humor blanco aderezado con ese seco encanto británico, que lo despoja de cursilería.
Y ahí está Paddington (si pueden ver la versión en inglés, háganlo), con su sombrero rojo, su saco azul y su sándwich, adorable y educado. Sabe que la tradición de la cortesía, nunca pasará de moda. Es una herramienta para la vida.
