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Homilía: El don más grande, es saber que soy hijo

Plano Informativo | 12/01/2025 | 03:14

Cuando perdemos algo, o alguien nos abandona, es entonces, que nos sentimos perdidos.
Porque, hemos llenado el corazón de cosas, y otro tanto de personas, que creíamos necesitar para seguir viviendo.
Y, cuando algo nos falta o alguien se va, nos sentimos  extraños, y  desconocidos para nosotros mismos.
Cuando San Agustín, perdió a su mejor amigo, él decía: “Yo me había convertido en un gran interrogante para mí mismo. Preguntaba a mi alma porque estaba triste y por qué me conturbaba tanto y no sabía ella responderme nada”. (Conf. Lib 4, cap IV,9).
Al sentirnos perdidos, y extraños a nosotros mismos, nos asalta una pregunta: ¿Quién soy yo?
Y, la respuesta que nos salva, es la que  viene de lo alto; pero, es necesario estar atentos,  para  percibir la voz de Dios que nos dice: “Tu eres mi hijo”.
Esa misma voz, se escuchó el día  que Jesús fue bautizado en el Jordán. 
Así dice el Evangelio: “…y del cielo llegó una voz que decía: Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. (Lc.3).
Que grande es escuchar que  te digan: es bueno que tú existas,  me complace que estés vivo.
Eso, es lo que somos para Dios, somos su predilección; pero ante todo, somos sus hijos. 
Esa, es la única realidad; no estamos solos, porque somos hijos, ya que tenemos un padre.
El día que fuimos bautizados, Dios nos declaró su amor; y nos hizo saber, que tenemos un Padre.
Pero, no es suficiente estar informados de que somos hijos, es necesario que nos lo hagan saber.
Es necesario escuchar la voz que salva, y nos hace sentir, que nuestra vida le pertenece a alguien; porque al tener a un Padre, ya no estamos perdidos. 
Saberme hijo, me hace reconocer que le pertenezco a Dios; que existe alguien, dispuesto a dar su vida, por la mía; ya que soy su predilecto, y le complace que  yo exista.
Por tanto, no nos condenemos a vivir como huérfanos,  porque siempre hay alguien, al que  le importa nuestra vida.
Busquemos a Dios, y nos encontraremos con un Padre.
Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
 
 
 
Evangelio del día
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
 
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
 
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».