Miércoles 5 de Febrero de 2025 | Aguascalientes.

Aferrados al estatismo

José Luis Solís Barragán | 10/01/2025 | 16:56

El Estado como concepto abstracto que conocemos, nació a partir de dos elementos centrales: el mercado y la soberanía; el primero requirió a una organización para atender la necesidad de una fuerza lo suficientemente sólida que le permitiera desarrollarse; y el segundo para dotarlo de legitimidad y brindarle fuerza jurídica para el cumplimiento de sus fines.

Ahora bien este ente abstracto que conforma la base de la organización política de las sociedades no a sido inamovible, sino que se ha venido adaptando conforme a las necesidades que se plantean en lo que conocemos como el Pacto Social, de esta forma encontramos al Estado de corte liberal que se basa en el respeto irrestricto a las libertades de las personas y dejando que el mercado sea quien mediante la llamada “mano invisible” distribuya la riqueza; por otro lado surge el Estado socialista que desplaza por completo al mercado para que la planificación central sustituya a la oferta y la demanda; y tenemos como punto medio al Estado social de Derecho, que busca un equilibrio entre mercado y Estado.

Los países y sus economías flotan dentro del espectro de estos sistemas políticos-económicos, es difícil encontrar Estados puros, ya que cada uno tiene sus matices, pero sirven de base para ubicarlos en una posición ideológica, la cual necesariamente se plantea en el texto fundamental de las naciones, en donde los ciudadanos renuncian a ciertos Derechos, a cambio de ciertas garantías que el Estado debe cubrir.

La discusión del Derecho económico que rige a los países no es un resultado dado, es decir es cambiante y este se adecua a la ideología del gobernante en turno, aunque también es cierto que busca que tenga cierta rigidez para darle certeza jurídica al mercado.

Después de décadas de una preponderancia del modelo económico neoliberal en el mundo, hemos visto una fuerte discusión respecto a la pertinencia del mismo en muchos países; el proteccionismo de Donald Trump en Estados Unidos, la derrota en las urnas del neoliberalismo en Chile, el Brexit en Reino Unido, Argentina y Milei; y por supuesto el Lopezobradorismo en México, son ejemplos de ello.

En nuestro país, con la llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia de la República (1982) se vivió un cambio en la hegemonía discursiva, pasamos de los ideales revolucionarios al neoliberalismo; del nacionalismo exacerbado a la apertura económica; de la propiedad social a la máxima protección a la propiedad privada; y de un Estado intervencionista, a uno mínimo, que permitiera que el mercado distribuyera la riqueza.

Es importante señalar que no llegamos al neoliberalismo por arte de magia, fue un proceso obligado ante la crisis económica que dejó el Estado interventor, el déficit presupuestal, el desorden financiero y la visión de un presidente apostador que perdió todo ante una realidad que se alejaba de sus designios.

El neoliberalismo apostó por un Estado reducido en términos orgánicos al deshacerse de una gran cantidad de empresas públicas que conformaban el sector paraestatal; de esta forma hubo un replanteamiento de las funciones estatales, priorizando de regulación a la operación de empresas; ordenar las finanzas públicas y por supuesto la priorización del gasto público entendiendo la realidad de que los recursos del erario eran finitos.

De esta forma el Estado liquidó grandes empresas estatales, apostó por privilegiar mecanismos como incentivos fiscales para que el mercado asumiera funciones que no encajaban en la nueva visión del Gobierno, se avanzó incluso en esquemas de colaboración del sector privado y público; a la par que mediante esquemas de gobernanza se planteaba un nuevo paradigma en que le que el Estado perdía el monopolio de los asuntos públicos y se convertía en un coordinador de esfuerzos.

Este fue la visión estatal que prevalió en México por casi tres décadas, y fue hasta el 2018 en que se retomó el discurso del Estado interventor que se arropa con la defensa de la soberanía y con viejas glorias de un Estado obeso que no fue tan funcional como hoy pretenden que se recuerde.

Esta semana,Mexicana de aviación, una empresa pública anunció suspensión de un buen número de vuelos, versiones son muchas, pero es claro que hablamos de la ineficiencia del Estado como empresario; este es un ejemplo más de la complejidad del Estado mexicano de asumir un rol intervencionista en la economía y por supuesto surge la duda de: ¿Qué tanto conviene seguir aferrados al estatismo?

Un Estado intervencionista crece de forma considerable y ante ello se requiere controles más duros para evitar su desbordamiento; un Estado interventor tiende a incrementar la corrupción, así como achicar a la ciudadanía y al mercado, reduciendo los satisfactores de los consumidores.

Estas recetas del Estado interventor no tienen probados resultados y por ello resulta complejo de entender la necedad de regresar a esquemas similares, pero ello no implica que el Estado mínimo sea la solución; simplemente es momento de repensar el papel del Estado que genere el punto de equilibrio que permita crecimiento, desarrollo y por supuesto disminución de la desigualdad.