La celebración de la Navidad siempre resulta una fiesta muy entrañable para la mayoría de las personas es la época en la que muchas familias suelen juntarse, no solo para intercambiar algún regalo o compartir la cena, sino que se reúnen también con el deseo de compartir lo que cada uno de ellos son y tienen.
Navidad es la oportunidad para encontrarse con quien se encuentra lejos, para compartir con quien tiene menos. En Navidad celebramos el misterio de saber que en medio de la oscuridad brilló una gran luz: Jesucristo
Siempre lo he pensado así: Navidad es la fiesta de la luz, pues en aquella noche santa, nació Jesús Luz verdadera aquel que es capaz de disipar toda tiniebla, pecado y error. Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y amparo.
El motivo de la Navidad siempre será Jesús, permitamos que su Luz nos toque, que la presencia de Jesús nos anime a continuar nuestro caminar de todos los días acompañados siempre por el asombroso misterio del Dios que se hace hombre.
La Navidad siempre estará acompañada del asombro del Niño que es Dios todopoderoso y a la vez se encuentra rodeado de la fragilidad humana. El Papa Francisco nos dice que: “Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido. Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz.”
Verdadero Dios y verdadero Hombre, ¡eso es Jesús! un misterio tan grande que, en estos días tendremos la oportunidad de celebrar y agradecer.
Que el contemplar al Niño Jesús en el pesebre nos renueve a cada uno de nosotros. Permitamos que la ternura del Niño de Belén nos toque a todos, pues solo Dios es capaz de transformar nuestras vidas