Lunes 4 de Noviembre de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Las reformas que transforman versus el conservadurismo

Alfonso Del Real López | 23/08/2024 | 09:40

Mire Usted: el Congreso de la Unión está integrado por dos Cámaras. La Cámara Baja (de Diputados) tiene quinientos integrantes llamados diputados federales (trescientos de mayoría relativa, doscientos de representación proporcional) y la Cámara Alta (de Senadores) tiene ciento veintiocho integrantes, sesenta y cuatro de mayoría, treinta y dos de primera minoría y otros treinta y dos derivados de las listas nacionales (representación proporcional) que presentan los partidos.Será responsabilidad de esos seiscientos veintiocho legisladores federales ser el filtro o la puerta por la que pasen las reformas legislativas que se están ventilando de cara al inicio del próximo periodo gubernamental federal que iniciará el primero de octubre venidero y que buscan una [mayor] transformación del país.

Están sobre la mesa una serie de reformas que, en teoría, están pensadas como tipo “estructurales”, porque tienen el propósito de darle una nueva estructura al gran espectro del sector público en México, modificando la forma que de éste existe, y llevarlo a un nuevo andamiaje jurídico que busca transformar instituciones (entendida esto como reglas del juego) y organizaciones (entendiendo a estas como entes públicos, entre los que estarán dependencias centralizadas, descentralizadas, desconcentradas; organismos autónomos y hasta el Poder Judicial de la Federación) que tienen responsabilidades de índole nacional. Dicho de otra forma, se pretende cambiar a los jugadores del juego y a muchas de las reglas de este que hoy se tienen.

Por otro lado, tenemos una serie de expresiones que señalan una posición contraria a que se concreten esas posibilidades de reformas; los enfoques van desde el análisis constitucionalista, pasando por el examen previo del alcance de las normas electorales que puedan abrir el cauce de una mayoría legislativa aplastante, o bien, enfoques de índole económico, de derecho administrativo, de consecuencias presupuestales, de limitaciones para la coordinación intergubernamental e inclusive análisis sociológicos e históricos comparativos que expresan retroceso o regresiones, perspectivas pitonisas de dictaduras (o dictablandas) o lo que usted quiera y mande. Cada quién tendrá su enfoque.

Sobre lo que quiero llamar su atención es que, como mexicanos, no podemos estar del todo ajenos a las discusiones. Puede ser cierto que, si bien no alcancemos a entender la dimensión total de ciertos temas, tampoco puede ser pretexto para no echarle un ojo de vez en cuando a los periódicos o estar atentos a distintas voces para entender el qué se va a hacer, quiénes participan, cómo se justifica, para qué se pretende hacer y demás.

Estamos en la antesala de una posible mayor polarización de expresiones políticas, económicas y sociales, tanto en los ámbitos municipal, estatal, federal y, si me lo permite, hasta internacional, porque parece factible un giro político fuerte en nuestro país que resquebraje algunas ataduras que buscan conservar determinadas circunstancias como hasta ahorita se viven en todos los espectros referidos. En todos lados hay intereses, empezando por los económicos, pero particularmente los de poder.

Y aquí permítame hacer una acotación: es importante que realicemos el esfuerzo de acercarnos al término “conservadurismo” para entenderlo en sus dimensiones, es decir, en aristas históricas, sociales e incluso estrictamente jurídicas, para tratar de asimilar lo que pretende “conservar”. Dicho de otra forma, acercarnos a entender el conservadurismo nos debe llevar a comprender el por qué hay una resistencia al cambio y, si éste se ha decidido (es decir, si se ha definido que sí van a cambiar las cosas) el por qué ponerle frenos, diques, condiciones o ciertas limitaciones a esa nueva aventura. La discusión está en tratar de argumentar el por que sí, o el por qué no, de un cambio, es decir, su justificación.

“Cambiar por cambiar”, “cambiar para seguir iguales”, “cambiar para empeorar” o “cambiar para mejorar” son las expresiones que pueden estar presentes en el fondo de las discusiones políticas, pero particularmente las legislativas (si es que llegan a haber debates o discusiones de altura y abiertas), por lo que, insisto, habrá seiscientas veintiocho personas que tendrán el privilegio de ser legisladores y verter sus mejores argumentos, como tribunos de altura, del por qué sí -o el por qué no- darle a México determinadas reformas.

Aunque quizás no lo dimensionemos, estaremos viviendo momentos realmente históricos a partir del 1 de septiembre y, como mayor combustible, a partir del 1 de octubre. No hay que permanecer ajenos a la historia. Todos tendremos un rol que jugar.

*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Administración Pública, UNAM.
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