José Luis Solís Barragán | 08/07/2024 | 09:23
Es curioso pensar que los partidos políticos que durante décadas dirigieron los pasos de la transición democrática del país desde la posición gobernante, hoy se encuentren tan dinamitados frente unpoder concentrador que arrasó no solo electoralmente con ellos, sino que los deslegitimó y los deja al borde del colapso.
Durante años el PRI fue el centro del poder político, incluso en el tránsito del gobierno a la oposición y viceversa, el Partido Revolucionario fue el engranaje fundamental que permitió estabilidad política durante el momento en que la polarización cerraba el diálogo entre las principales fuerzas electorales.
El PAN por su lado fue una pieza fundamental para la democracia mexicana, sus luchas internas y electorales eran un recordatorio permanente de la necesidad de abrir la competencia electoral, de desmantelar al partido preponderante y permitir que las elecciones definieran al sucesor del poder y no fuera la decisión consensuada únicamente en Palacio Nacional.
La izquierda en México no se entiende sin el ahora extinto PRD, fue el esfuerzo por aglutinar a las diferentes corrientes de pensamiento, de darle un cause institucional a una lucha que por décadas se daba en el discurso y en las calles.
Estos partidos sólidos de la transición están pulverizados, el partido histórico de la izquierda ya no existe en la esfera nacional, el viejo partido de Estado es el instituto que más rechazo tiene por parte de la sociedad, y el Partido que se asume como heredero de la lucha democrática contra el viejo régimen, no tiene ni la capacidad de encontrarse así mismo.
Los resultados electorales fueron contundentes, la gente no quería regresar a la forma de hacer política y políticas que caracterizó al periodo de transición democrática y ante la ausencia de una oferta real, prefirió apostar por la continuidad de un gobierno que se desmarca para asumirse como un antisistema de la hegemonía que dirigió al país durante más de tres décadas.
Los partidos sólidos de la transición recibieron en las urnas en aquel 2018 un mensaje claro: “no queremos la continuidad de la frivolidad en el ejercicio del poder público”; sin embargo, en un sexenio, ninguno tuvo la capacidad de reinventarse para darle al ciudadano una oferta atractiva que no representara regresar a un pasado, que no era justamente una época de gloria.
El PRI, PAN y el PRD siguieron al pie de la letra, la receta de todo lo que no podían hacer, desdibujarse ideológicamente, cerrar sus puertas a la democracia interna, seguir en la lógica del reparto del botín de los cargos, y, sobre todo, seguir sin tener la capacidad de escuchar a la ciudadanía que reclamaba un cambio estructural para ellos.
Para el 2024 el mensaje y el golpe fueron aún peores, uno de ellos ya fue consumido por el partido gobernante y no justamente por ser un nuevo partido de izquierda; el PAN por su parte prácticamente desapareció del mapa y del PRI, sólo quedan unas cenizas de aquella fogata que controló al sistema político.
J.F. Kennedy decía que: “la victoria tiene muchos padres, pero la derrota es huérfana”; y esta frase describe con exactitud la pequeñez de los dirigentes de la oposición política, primero al no aceptar que se equivocaron, que no entienden que no entienden; que no tuvieron la capacidad de construir alianzas de gobierno con visiones claras que dieran certeza de la oferta política que tenían; y de apostar por perfiles, aunque estos no cumplieran la lógica del reparto de cuotas y cuates.
Hoy los dirigentes de los dos partidos que aún tienen registro no asumen responsabilidades, no son capaces de rendir cuentas del estrepitoso fracaso que vivieron y mucho menos de presentar un diagnóstico serio que les permita atender la problemática del porque la gente sigue rechazándolos y nos les permite el regreso a las posiciones de poder.
Los aferrados que ocupan la Presidencia de sus partidos, no son la oposición que merece este país, quieren venderse como los futuros defensores de la constitución en las Cámaras, pero no son capaces de defender a sus institutos políticos de la ola electoral que les dio una posición marginal en la integración de los poderes del Estado.
Las dirigencias del PRI y del PAN y aquellos aplaudidores que los solapan en esas posiciones son hombres y mujeres pequeños que prefieren sacrificar la carga históricaque sus institutos representan, a dejar de pertenecer a la “nomenclatura” de los partidos, son personas que están dispuestos a sacrificar todo, solo por tener la posibilidad de estar bien con el que toma las decisiones.
La oposición hoy requiere un análisis interno serio que les permita encontrar la forma de rencontrarse consigo mismos y sobre todo con la sociedad; una introspección que les dé las herramientas que los convierta en una oposición digna y adecuada para las circunstancias que vivimos, y sobre todo que les permita construir el camino que reequilibre a las fuerzas políticas.
La pequeñez de Alejandro Moreno y Marko Cortez es evidente, su incapacidad de aceptar que la derrota no es de un proyecto electoral, sino de un sistema que construyeron sus partidos por décadas; de reconocer que la ciudadanía no se identifica con sus mensajes y sus críticas; y de entender que los institutos deben reconstruirse y ellos en este momento son el principal factor que lo imposibilita.
La pérdida del registro del PRD, es un mensaje claro a los partidos de la coalición Fuerza y Corazón por México, el primero ya cayó, ¿Será tanta la mezquindad y pequeñes de sus dirigentes que pondrán en riesgo a sus partidos de vivir otro desastre electoral que termine por consumirlos?