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El hombre que pasó de futbolista a piloto aviador

Agencias | 03 Febrero 2014 | 12:45

Pregunten a cualquier niño qué le gustaría ser de mayor y muy probablemente el oficio de futbolista profesional se encuentre muy arriba en su lista de preferencias. El de piloto tampoco andará lejos.

Harald Brattbakk, sin embargo, no ha tenido bastante con vivir uno solo de esos sueños. Primero disfrutó de una carrera en el fútbol, que le reportó éxitos internacionales con Noruega y en la Liga de Campeones de la UEFA con el Rosenborg, además de los trofeos conquistados con el Celtic. En la actualidad, el ex futbolista de 42 años se dedica a cruzar Europa pilotando los aviones de la principal compañía aérea de su nación.

Sin duda, una mezcla de profesiones que despierta envidias por doquier. El propio ex delantero, quien se hizo famoso por su puntería y sus gestas en el área, admite que es extremadamente afortunado. Sin embargo, Brattbakk recuerda que, cuando era pequeño, no soñaba con convertirse ni en futbolista ni en piloto.

“Durante la escuela secundaria, quería ser abogado”, confesó a FIFA.com. “Siempre me encantó el fútbol, pero nunca creí que pudiera hacer una carrera en este deporte. En aquella época, mi objetivo consistía en jugar con el club de mi ciudad, que se encontraba entonces en la cuarta o quinta división noruega”.

Una profesión inusual
"Tampoco pensé nunca en volar. Por aquel entonces, la abogacía era mi meta soñada. De hecho, intenté estudiar Derecho cuando regresé a noruega después de mi etapa en el Celtic, pero nació nuestro segundo hijo y ya no tuve tiempo para dedicarme a los estudios”.

Una vez descartada la abogacía, Brattbakk se encontró en una encrucijada. En una dirección se abría la ruta tradicional que lleva a la carrera de entrenador; en la otra, un destino mucho menos convencional para un futbolista. Al final, Brattbakk decidió seguir el camino inexplorado.

Según comenta: “Me saqué la licencia de piloto privado hacia el final de mi carrera de futbolista, aunque entonces me interesaba más como hobby que como otra cosa. Sin embargo, con el paso del tiempo, y mientras recapacitaba sobre mi futuro después de colgar las botas, empecé a pensar más seriamente en esa opción. A partir de entonces, los acontecimientos se precipitaron en ese sentido, y llevo pilotando prácticamente sin parar desde que me retiré hace ya siete años. Consideré seguir en el fútbol, pero por aquella época estaba bastante harto y decidí hacer algo diferente en la vida”.

“Ser piloto es más duro que ser futbolista. Un futbolista trabaja mucho físicamente, pero las jornadas son muy cortas. Estoy lejos de casa mucho más ahora como piloto que nunca antes. En estos momentos me encuentro al final de un turno laboral de cinco días, en el que llevo levantándome diariamente a las cuatro cada mañana. Un horario muy diferente al que estaba acostumbrado”.

"Pero ver cómo sale el sol cuando estás por encima de las nubes es siempre una experiencia muy especial. Además, vuelo a cualquier lugar de Europa, pero tengo la base en Trondheim y, de regreso a casa, sobrevuelo siempre mi viejo estadio del Rosenborg, y me da un gran placer. No puedo quejarme”.

Un amor que nunca se extingue
Por mucha imagen idílica que pinte, Brattbakk tiene un único amor. Si bien la cotidianeidad enfrió temporalmente su pasión, tras dos décadas de rutina diaria en el fútbol, la ausencia no ha hecho más que avivar su cariño.

“En el fondo, el amor por el fútbol nunca se pierde, y ha renacido en mí con gran fuerza durante el tiempo que llevo alejado de los terrenos de juego”, confesó. “Debo admitir que lo añoro de verdad. Tengo tres hijos, y especialmente el mayor, de 13 años, está enamorado del fútbol. Quiere ir a todos los partidos que puede. El año pasado me los llevé a todos a Glasgow para ver al Celtic ganarle al Barcelona en la Liga de Campeones”.

“Ni que decir tiene, les encantó. El ambiente era increíble. En una noche así añoras la tensión y las emociones del fútbol. Espero regresar en el futuro, ya sea como preparador de juveniles con mis hijos o como entrenador en más altas esferas”.

Aquel viaje a Celtic Park no sólo despertó emociones en Brattbakk, sino también grandes recuerdos. No en vano, pese a sus muchos éxitos con el Rosenborg, por no mencionar los 17 partidos disputados con la selección nacional de su país, fue un encuentro en Glasgow, junto con un gol muy especial, el momento que él mismo considera el más importante de su carrera. Aquel tanto anotado el 9 de mayo de 1998 permanece en la memoria de muchos aficionados del Celtic como el más importante del club desde que Stevie Chalmers acertó el gol de la victoria en la final de la Copa de Europa de 1967.

“Sirvió para ganar el título en la última jornada de la temporada e impidió que el Rangers se adjudicara la décima liga consecutiva, con lo que hubiera batido un récord del Celtic”, explicó Brattbakk. “Se trató sin duda del logro más importante de mi carrera. Le siguen de cerca haber derrotado al AC Milan en San Siro con el Rosenborg, y al Real Madrid en Trondheim. Sin embargo, aquel gol significó muchísimo para muchísima gente. Había mucho en juego. Cada vez que recuerdo aquel día, me emociona haber formado parte de aquello. Volar es fantástico, pero nunca puede equipararse a las alegrías que te da el fútbol en las grandes ocasiones”.

 

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