Antes de convertirse en una de las figuras más respetadas del futbol mexicano, Ricardo Tuca Ferretti vivió una etapa marcada por la precariedad, la incertidumbre y la supervivencia. El propio exentrenador multicampeón confesó en vivo los difíciles momentos que enfrentó cuando llegó a México en 1977, mucho antes de triunfar como jugador y técnico.
Contra lo que muchos imaginan, Ferretti no llegó directamente a Guadalajara para incorporarse al Atlas. Su primera parada fue la Ciudad de México, donde tenía un solo objetivo: conseguir dinero para volver a Brasil.
“Llegué a la Ciudad de México, no fui a Guadalajara. Me quedé para ver si alguien me prestaba dinero para regresarme a Brasil y ahí dormí dos noches en una banca en Reforma, frente a la embajada brasileña, para no gastar el poco dinero que tenía”, relató.
El joven Ferretti racionaba cada peso y soportó dos noches a la intemperie con tal de no gastar lo poco que llevaba consigo.
Tras trasladarse a Guadalajara, Ferretti vivió meses de absoluta precariedad. Sin contrato profesional, se dedicó a “talachear”: jugar en ligas amateur por dinero.
“Pasé como cuatro o cinco meses jugando en la ‘liga de los animales’. Jugaba en el equipo Cebra de Mario Tinajero, y también para la liga de la central de abastos”, recordó.
Ahí recibía pequeñas cantidades que le permitían seguir subsistiendo: “Sí talacheaba y cobraba mi lanita”.
Eventualmente, el Atlas le abrió las puertas del profesionalismo. Ese primer contrato marcó el comienzo de una trayectoria que lo llevaría a consolidarse como referente de los Pumas de la UNAM y, más adelante, como uno de los entrenadores más ganadores en la historia de la Liga MX.
La anécdota, contada por el propio Ferretti, revela el lado más humano y desconocido de una figura que suele mostrarse seria y frontal: un joven sin dinero, durmiendo en la calle y jugando por unas monedas, que aún así consiguió construir una carrera legendaria.