Julio César Chávez Jr., boxeador que el sábado pasado perdió ante Jake Paul por decisión unánime, se encuentra detenido en Estados Unidos y a punto de ser deportado a México, en donde tiene una orden de aprehensión.
Óscar Balderas, columnista de Milenio, no se guardó nada sobre la situación que está atravesando el hijo del gran campeón mexicano, que no es más que otro escándalo que suma a su lista.
¿Lavado de dinero en el boxeo?
Imagina que tienes 10 millones de pesos de origen ilícito. Dinero sucio conseguido del tráfico de drogas o de armas; dinero en efectivo. Si te los entregaran en fajos de billetes de 100 pesos bastarían dos cajas de cartón tamaño archivo para que colocaras cómodamente esa pequeña fortuna en el asiento trasero de un vehículo. Imagina, ahora, que necesitas “lavarlos”, es decir, borrar su origen, perderles el rastro, y convertirlos en billetes limpios, libres de cualquier sospecha. Para muchos, tu mejor opción está en una pelea de box.
Podrías acudir a la empresa fachada de promoción deportiva del cártel para el que trabajas. Las organizaciones criminales más grandes tienen una o varias. O podrías fundar una con ayuda de un notario que es conocido de los jefes de plaza. Y a partir de ese momento sólo hay que tener paciencia: anunciar una pelea entre dos peleadores, de preferencia no tan conocidos —o no tan buenos como las leyendas del boxeo— y ofrecer como recompensa al triunfo esos 10 millones de pesos.
Pon el dinero sucio en las arcas de la empresa fachada. Haz que el ganador reciba como el dinero prometido como premio y días más tarde su promotor te regresará entre el 80 y 90% del dinero en préstamos, transferencias privadas, regalías por la venta de boletos o gastos de representación. Listo. Felicidades, los pocos controles del boxeo mexicano —y del sistema financiero mexicano— te han dado 8 o 9 millones de pesos limpiecitos y sin levantar ninguna sospecha. Perdiste poco, uno o dos millones de pesos, que son apenas un ojo morado. Has ganado por nocaut.
Por años, ese mecanismo ha sido alertado por especialistas de crímenes financieros. Sucede tanto en el boxeo como en el futbol, beisbol, lucha libre y más. Los altos salarios de atletas —fijados de manera subjetiva— permite mezclar dinero ilícito con ingresos legales sin levantar sospechas ante un sistema de detección débil. Los depósitos, transferencias, compras de bienes de alto valor se justifican con el estilo de vida bon vivant de los hombres y mujeres que son ídolos de millones. La fama de los atletas los blinda de investigaciones exhaustivas. El dinero sigue corriendo.
Esa debilidad está presente en el deporte profesional y amateur. Lo sabía la súperestrella del beisbol Esteban Loaiza, quien recibía pagos millonarios del crimen organizado por meter kilos de cocaína en su cajuela y llevarla de Tijuana a San Diego; y lo conocía “Voltaje Negro”, el luchador de barrio a quien Los Zetas le pagaron por incendiar el Casino Royale en Monterrey y matar a 52 personas.
Con el arresto del boxeador Julio César Chávez Junior se abre la oportunidad de hacer una crítica y mejora al sistema financiero mexicano, el mismo que recibió un gancho al hígado con la advertencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos de que tres instituciones financieras trabajan para el Cártel de Sinaloa.
Es hora de aplicar una revisión intensa al deporte mexicano y su utilidad para el crimen organizado. El público lo exige desde las gradas