Rayados de Monterrey sorprendió al mundo del fútbol al lograr un valioso empate 1-1 frente al Inter de Milán, subcampeón de Europa, en su primer compromiso del Mundial de Clubes. El encuentro, disputado en un repleto Rose Bowl, dejó una postal memorable para la afición albiazul y consolidó la ambición del equipo mexicano de competir al más alto nivel.

El partido comenzó con un golpe inesperado. Al minuto 14, Oliver Torres ejecutó un tiro de esquina con precisión, y Sergio Ramos, con su acostumbrada jerarquía, se impuso en el juego aéreo para marcar de cabeza el 1-0. La anotación silenció al público neutral y encendió la esperanza regiomontana.

A partir de ese momento, Monterrey cedió la iniciativa. El Inter tomó el control del balón y arrinconó a los mexicanos en su propio campo. Esteban Andrada emergió como figura clave, realizando varias atajadas para mantener con vida a su equipo.

La insistencia del conjunto italiano tuvo premio poco antes del descanso. Al minuto 42, una jugada de laboratorio en un balón parado dejó libre a Lautaro Martínez, quien definió con calma para igualar el marcador. Un empate merecido que reflejaba el dominio europeo en la primera parte.

En el complemento, el técnico Domènec Torrent ajustó su esquema con los ingresos de Erick Aguirre y Nelson Deossa. Los cambios revitalizaron a Rayados, que logró nivelar las acciones sin renunciar al orden defensivo. Al minuto 63, Sergio Canales estuvo cerca de recuperar la ventaja con un potente zurdazo que se estrelló en el poste.

El Inter respondió con fuerza. Lautaro Martínez estuvo cerca de firmar su doblete al 68', pero su anotación fue invalidada por fuera de lugar. Diez minutos después, volvió a tener una opción clara que terminó por encima del arco.

En los últimos minutos, Monterrey resistió con determinación. Inter insistió con centros y presión constante, pero la zaga albiazul se mantuvo firme. Incluso, al 88’, Nelson Deossa encabezó un contragolpe que fue frenado con falta, desatando el festejo de los aficionados mexicanos presentes.

Con el silbatazo final, Rayados celebró el empate como una verdadera victoria. No por el resultado en sí, sino por la forma en que se plantaron ante uno de los clubes más poderosos del mundo. El punto conseguido representa mucho más que una cifra: es un mensaje claro de que Monterrey llegó al Mundial de Clubes para competir, soñar y dejar huella.