Este viernes se vivió una jornada soñada en el fútbol europeo. La Serie A era la única de las cinco grandes ligas que aún no tenía campeón definido, y todo se decidía en simultáneo. El Napoli, con la ventaja de depender de sí mismo, recibía al Cagliari en el Diego Armando Maradona. Al mismo tiempo, el Inter de Milán —su perseguidor a distancia— visitaba al Como.
Ambos partidos se jugaron de forma anticipada, en previsión de un eventual desempate el lunes, pero sobre todo para dar un respiro al Inter de Simone Inzaghi, que en pocos días disputará la final de la Champions League ante el PSG en Múnich. Consciente de que el título no estaba en sus manos, Inzaghi optó por rotar algunas piezas ante el equipo dirigido por Cesc Fàbregas.
Aun así, los nerazzurri se adelantaron a la media hora con un gol de Stefan de Vrij. La nota amarga la puso Pepe Reina, expulsado en su último partido como profesional antes del descanso. Una despedida triste para el legendario arquero español, que además dejó en desventaja a los suyos y facilitó la tarea del Inter.
En Nápoles, en cambio, la tensión se mantuvo hasta el minuto 43, cuando Scott McTominay desató la euforia partenopea con una gran semivolea para el 1-0. Un gol que encarrilaba el partido ante un rival claramente inferior.
Ya en la segunda mitad, Romelu Lukaku se encargó de sentenciar con el segundo tanto napolitano, disipando cualquier atisbo de duda.
Mientras tanto, en Lombardía, el Inter aumentaba su ventaja con un gol de Joaquín Correa, pero ya era tarde. El campeonato se les había escapado, y toda la atención se centraba en el 31 de mayo, cuando buscarán levantar su cuarta Champions League, 15 años después de la última.
Kilómetros más al sur, en Nápoles, la historia se repetía. Sin varios de los héroes del pasado reciente, Antonio Conte volvió a guiar al equipo hacia la gloria. Una hazaña inesperada pero merecida, que consagra al Napoli como campeón de Italia por cuarta vez y pone broche de oro al campeonato más emocionante entre las grandes ligas de Europa.
