Han pasado quince años desde aquella madrugada del 24 de enero de 2010, cuando un disparo alteró la vida de Salvador Cabañas y la del entonces gerente del BarBar, Carlos “Charly” Cázares Ocaña. Aquel incidente marcaría un antes y un después para ambos: el futbolista paraguayo sobrevivió milagrosamente a un balazo en la cabeza, mientras que Cázares fue injustamente detenido y acusado como parte del caso.
Ahora, tras años de silencio, Cázares narra su versión de los hechos y denuncia las irregularidades que sufrió, asegurando que fue convertido en el “chivo expiatorio” de un sistema que buscaba culpables rápidos ante la presión pública.
Según relata Cázares, la noche transcurría con normalidad en el BarBar, un club nocturno frecuentado por celebridades. Salvador Cabañas era un cliente habitual y conocido del lugar. Sin embargo, alrededor de las cinco de la mañana, una discusión en el baño entre Cabañas y José Jorge Balderas, alias “El JJ”, terminó en una agresión con arma de fuego.
“El pleito fue entre dos personas: Cabañas y el JJ. No se conocían. Fue una discusión de borrachos en un baño muy pequeño. Algo se dijeron, hubo un cruce de palabras y de repente todo cambió para siempre”, relató Cázares en un podcast junto a Rudy Tercero.
Aunque el disparo no fue escuchado de inmediato por la música alta, al subir al baño, Cázares encontró a Cabañas consciente pero herido. Fue él quien tomó el control de la situación: llamó a los servicios de emergencia, organizó la evacuación del lugar y tomó una decisión que, según dice, salvó la vida del jugador.
“Escuché que en la ambulancia querían llevarlo a un hospital público. Yo dije: ‘¡No! Es Salvador Cabañas, jugador del América. Vámonos al Ángeles’. Esa decisión fue clave para que sobreviviera”.
Lo que siguió fue una cadena de errores que, según Cázares, lo llevaron injustamente a prisión. A pesar de haber auxiliado al jugador y colaborado con las autoridades, fue arrestado y pasó un año detenido.
“Fui a declarar como testigo, y no volví a salir. Me arraigaron como a otros siete, incluso al señor del baño. Como el agresor estaba prófugo, necesitaban a alguien. Fui el chivo expiatorio”, explicó.
Durante el proceso, la escena del crimen fue alterada, las cuentas del bar fueron borradas, y nunca se encontró el arma. Todo ello complicó aún más su situación legal. Mientras “El JJ” seguía prófugo, Cázares pagaba con su libertad.
La captura de Balderas en 2022 no borró el daño que Cázares sufrió durante todos esos años. Hoy, con la calma que da el tiempo y tras haber sido liberado, decidió hablar públicamente por primera vez.
“Yo le salvé la vida a Cabañas. Hice lo que debía hacer. Pero pagué por errores que no cometí. Me arruinaron la vida por algo que no fue mi culpa”, concluye.
Esta es la otra cara de una de las historias más oscuras del fútbol mexicano. La de un hombre que, de intentar ayudar, terminó pagando una condena injusta.
