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PSG pega en Londres y está a un paso de la final de la UCL

Plano Deportivo | 29 Abril 2025 | 15:57

Bajo los focos del Emirates, en una noche londinense impregnada de sueños y promesas, Arsenal y Paris Saint-Germain se enfrentaban con la mirada fija en Múnich. Era el primer acto de una batalla entre gigantes. Ambos llegaban en estado de gracia, arrastrando la inercia de gestas recientes. Mikel Arteta, artífice del renacer gunner, había devuelto la elegancia al fútbol del norte de Londres. Luis Enrique, al mando de un PSG sin Mbappé, lo había reinventado con autoridad, disipando dudas y despertando nuevas ilusiones. El aire vibraba con expectativa; el césped aguardaba en silencio el paso de los titanes.

Y no tardó el PSG en silenciar el estadio. Apenas a los cuatro minutos, una carrera endiablada de Kvaratskhelia por la banda izquierda terminó en un remate desprolijo de Dembélé. Raya no logró evitarlo: el balón besó la red y el 0-1 explotó como un relámpago sobre Londres. El Emirates quedó mudo, aturdido por el golpe, mientras los parisinos olían sangre y se movían con la elegancia del depredador que ha dado el primer zarpazo.

El Arsenal, herido, intentó reorganizarse. Como un guerrero que tantea su espada entre el polvo, los locales buscaron el equilibrio. Pero el PSG acechaba con colmillo afilado y cada incursión era un recordatorio de su amenaza latente. Raya se mantenía atento, y la defensa resistía como podía. Al otro lado, Donnarumma apenas fue exigido. Solo una estirada sobre la hora a un intento de Martinelli encendió la esperanza, efímera, de los londinenses. La primera mitad fue del PSG: sobrio, maduro, letal cuando debía. El Arsenal, en cambio, parecía atrapado en un sueño a medio escribir.

Al descanso, el 0-1 era más que un resultado: era una advertencia. Pero el corazón del Arsenal no se rinde fácil. La segunda parte comenzó con el alma encendida. Apenas un minuto y medio después, el Emirates estalló con un cabezazo soberbio de Mikel Merino tras un tiro libre de Rice. Fue el grito de la rebelión… pero el VAR, impasible, lo congeló. Offside milimétrico. El delirio se transformó en decepción y el corazón gunner volvió a latir con incertidumbre.

Aun así, el Arsenal no bajó los brazos. Redobló la presión, empujado por una grada entregada. En el 55’, Trossard se plantó frente a Donnarumma con la frialdad de un poeta en el clímax de su obra, pero el arquero parisino le negó la gloria con una atajada de leyenda. Cada ataque local era una promesa, pero ninguna encontraba destino. El PSG resistía con firmeza, sin ceder al vértigo, con la compostura de un equipo que se sabe fuerte.

Y cuando el partido parecía inclinarse, el PSG recordó que su veneno está siempre listo. Barcola rozó el segundo con una jugada de genio. Gonçalo Ramos sacudió el travesaño con un disparo brutal que heló la sangre del Emirates. El final llegó entre suspiros y dientes apretados. El 0-1 no se movió. El PSG, con un botín valioso, se marchó de Londres con la tranquilidad del que golpeó primero.

Pero esto no terminó. Subestimar al Arsenal sería un error. Los Gunners llevan en su ADN la rebeldía y el fuego de los que nunca se rinden. La vuelta en París será un nuevo capítulo, escrito con sangre, pasión y ambición. Múnich aún espera dueño. Y este poema, aún sin final, promete una segunda estrofa inolvidable.

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