Barcelona e Inter confirmaron su lugar en las semifinales de la UEFA Champions League 2024/25 y reeditarán un duelo histórico por un antecedente reciente que quedó en la retina de los futboleros: el del 28 de abril de 2010. Aunque parezca increíble, aquella fue la última vez en que ambos equipos chocaron en un duelo de mata-mata del máximo certamen europeo.
Aquel día comenzaba una rivalidad que ya se venía palpitando por el duelo de estilos, pero que recién aquella noche en el Camp Nou tuvo su verdadero génesis. Se habían enfrentado en la fase de grupos de la Champions de ese año, con triunfo por 2-0 para el Blaugrana en Cataluña y empate 0-0 en el Giuseppe Meazza. Sin embargo, las semifinales representaban un desafío extra para el equipo de Pep Guardiola, que anhelaba llegar a la definición del 22 de mayo para poder levantar la Orejona en el Santiago Bernabéu, escenario de su máximo rival, el Real Madrid.
José Mourinho y su Inter se toparon en el camino de Barcelona, que era defensor de la corona en la Champions y venía de golear 5-1 en el global a Stuttgart en octavos y 6-3 al Arsenal en cuartos. El Nerazzurro, por su parte, había eliminado al Chelsea (3-1) y después al CSKA de Moscú (2-0).
El Blaugrana llegaba liderado por Lionel Messi, Xavi e Iniesta en su época de mayor esplendor y sería la base de la España que ese año se consagraría campeón del mundo, con cinco jugadores de Barcelona en cancha en la final ante Holanda y el gol del Cerebro. Inter, sin tanto brillo individual, era un equipo sólido que había adoptado en poco tiempo las ideas de Mourinho.
El portugués había arribado la temporada anterior al Nerazzurro y ya había conseguido el Scudetto, título que repetiría en 2010. De igual manera, el Barcelona de Guardiola venía de ganar La Liga además de la última Champions y también volvería a consagrarse ese año en el torneo doméstico.
A sabiendas de que se encontraba ante uno de los mejores equipos de la historia, a Mourinho no se le cayeron los anillos a la hora de reconocerse en inferioridad de condiciones para el golpe por golpe y apostó por un juego especulativo. Cedió por completo la posesión de la pelota. Desactivó a Xavi y el Barcelona, que no tenía a Iniesta en la serie por lesión, no brilló como solía hacerlo.
En la ida en el Giuseppe Meazza, el equipo culé dio el primer golpe con tanto de Pedro pero fue apenas un espejismo. El equipo de Mourinho reaccionó y minutos después igualó con tanto de Sneijder tras una asistencia de Diego Milito.
En el inicio del complemento, Maicon puso en ventaja al Inter, otra vez tras pase del ex Racing. El delantero argentino comenzaba a erigirse como la gran figura de la noche en Milán. Luego, Sneijder le devolvió el favor y Milito remató el triunfo por 3-1 para una actuación majestuosa, que no fue la más destacada de su carrera por sus dos goles en la final en Madrid ante el Bayern Munich.
El 71% de posesión del Barcelona no coincidió con el verdadero trámite del partido en el que las ocasiones fueron parejas, pero el Inter fue mucho más certero y supo inutilizar a un equipo brillante.
Si Mourinho había sido precavido con la serie igualada y en condición de local, la ventaja y la visita al Camp Nou profundizaron dicha impronta. El Inter salió exclusivamente enfocado a contrarrestar a su rival. Y a su manera lo consiguió. Barcelona dominó totalmente el partido, por condiciones propias y también por decisión del rival, pero ni así se sintió cómodo.
Lejos de su estilo de toque y desmarque casi hasta el arco rival, el equipo de Guardiola fue neutralizado y la mayoría de sus acciones de peligro llegaron con remates desde lejos o centros. Una decisión arriesgada de Mourinho, que depende de la precisión quirúrgica de sus dirigidos y una mentalidad de acero para resistir al estrés que provoca el acecho del rival durante los 90 minutos. El dato de la posesión asombra: 86% a 14% a favor del local.
Situaciones atípicas como Eto'o ubicándose como volante y Piqué lanzado en los últimos minutos como centrodelantero buscando la hazaña marcaron la lógica ilógica del encuentro.
Inter resistió y solo una genialidad del propio Piqué para eludir a Júlio César pudo romper la paridad y darle suspenso al final. En tiempo de descuento, el árbitro belga Frank De Bleeckere anuló un tanto de Bojan por una mano previa de Yaya Touré, gol que le daba al Barcelona la clasificación a la final y hacía en vano estas líneas.
Nada de eso sucedió. Inter aguantó, logró el pase a la definición y desató un festejo icónico de José Mourinho, que cruzó corriendo el Camp Nou con sus manos en alto y provocó la ira de Víctor Valdés. El portugués tenía su historia propia en Cataluña. Había sido asistente de Bobby Robson y Louis van Gaal entre 1996 y el 2000 en el Blaugrana. Poco le importó aquella noche.
Apenas un año después, con Mourinho en el banco de Real Madrid, el duelo ante el Barcelona de Guardiola se reeditaría también en semifinales y Messi le daría su ansiada revancha al técnico catalán. Pero esa sería otra historia...