El partido entre Pumas UNAM y Atlas fue, como el marcador final 0-0 sugiere, una muestra de lo que parece ser una temporada de inercia y poca acción. Desde el minuto 1, ambos equipos parecieron más interesados en no cometer errores que en crear jugadas peligrosas. La constante repetición de faltas, con escasos intentos de generar jugadas fluidas, pintó el tono de la primera mitad, donde los pocos remates y acciones de peligro fueron diluidos por las interrupciones constantes del árbitro.
En los primeros 20 minutos, el dominio de la pelota se compartió entre ambos equipos, pero sin claridad ni ambición. Atlas y Pumas intercambiaban faltas y fuera de juegos, mientras los jugadores caían en repetidos errores técnicos. Los remates a puerta, escasos en su mayoría, nunca fueron verdaderas amenazas. Incluso cuando Uros Djurdjevic o Robert Ergas se acercaban al área rival, sus disparos se iban desviados o eran detenidos sin mayor esfuerzo por los porteros.
A partir del minuto 25, las interrupciones continuaron afectando el ritmo del juego, con un par de cambios de jugadores y más faltas que ocasiones de gol. En este periodo, las llegadas a las áreas fueron tan inofensivas que parecía que ambos equipos estaban buscando el camino hacia la frustración. A lo largo de todo el primer tiempo, el partido parecía estar estancado en una espiral interminable de decisiones tácticas que no lograban desembocar en jugadas de calidad.
Ya para la segunda mitad, la situación no mejoró. Los cambios realizados por ambos equipos apenas lograron reavivar la dinámica, y los remates continuaron siendo imprecisos. Pumas intentaba llegar al área rival, pero no lograban concretar ninguna jugada seria. Atlas, por su parte, tuvo un par de intentos sin mucha claridad, lo que dejó claro que ninguno de los dos equipos estaba dispuesto a arriesgar en una búsqueda intensa del gol.
La cantidad de tarjetas amarillas, especialmente las que llegaron al minuto 39 y 40, reflejaron el malestar de los jugadores y la falta de concentración en el campo. Más allá de los cambios y las pocas jugadas ofensivas, el partido continuaba siendo una secuencia interminable de faltas y fuera de juegos, donde los equipos no lograban salir del marasmo táctico en el que se encontraban atrapados.
En los últimos minutos, cuando ya parecía que el partido se acercaba a su fin, el árbitro alargó el tiempo de juego con seis minutos de descuento. Sin embargo, lo único que logró este tiempo añadido fue alargar una agonía sin acción significativa. Faltas, tarjetas y algún que otro intento de remate fallido fueron lo único que se sumó a una jornada de fútbol olvidable, dejando claro que Pumas y Atlas fueron incapaces de generar algo que valiera la pena recordar en los casi 100 minutos jugados.