La plaza de toros "El Paseo - Fermín Rivera" vivió una noche para la historia el pasado 22 de noviembre, marcada por la emotiva despedida del legendario torero español Enrique Ponce y un derroche artístico de los tres matadores que deleitaron al público potosino. Con más de 30 años de trayectoria, Ponce, considerado una de las figuras más importantes de la tauromaquia contemporánea, dejó una cátedra de elegancia y temple, aunque la suerte con la espada le negó los trofeos que su arte merecía.
¿Quién es Enrique Ponce?
Enrique Ponce Martínez, nacido el 8 de diciembre de 1971 en Chiva, Valencia, es reconocido como uno de los toreros más importantes y longevos de la tauromaquia moderna. Su debut como novillero en 1986 y su alternativa en 1990 en Valencia marcaron el inicio de una carrera que redefiniría el toreo en las últimas décadas. Con un estilo basado en la elegancia, la plasticidad y un profundo entendimiento del toro, Ponce logró trascender las barreras del tiempo y convertirse en un referente para las nuevas generaciones.
Durante más de tres décadas, Ponce toreó en las plazas más prestigiosas del mundo, desde la Real Maestranza de Sevilla hasta la Plaza México, acumulando innumerables trofeos, puertas grandes y reconocimientos. Su capacidad para templar las embestidas más complicadas y su personalidad dentro y fuera del ruedo le ganaron el respeto no solo de los aficionados, sino también de sus colegas.
Enrique Ponce es sinónimo de reinvención y consistencia. Su tauromaquia está marcada por una técnica depurada y una sensibilidad artística que transformaron cada una de sus faenas en auténticas obras maestras. Fue uno de los primeros toreros en superar los 2,000 festejos, consolidándose como una figura histórica en la tauromaquia.
Con una entrada que rozó el lleno, se lidió un encierro de Fernando de la Mora, cuyos ejemplares destacaron por su presentación, particularmente el cuarto toro, al que el público pidió el indulto. Sin embargo, el juez de plaza, conocido como "El Gallo" Robledo, desestimó la petición y otorgó un injusto arrastre lento.
Ponce dejó dos faenas magistrales que estremecieron a los asistentes. En su segundo toro, un bravo ejemplar, se sublimó con muletazos cargados de arte y verticalidad, arrancando ovaciones ensordecedoras. Aunque la espada no estuvo de su lado, su actuación quedó grabada en la memoria de los asistentes.
Diego Silveti, quien llegó al ruedo recuperándose de una lesión, mostró gran entrega en ambas lidias. Su primera faena destacó por muletazos templados y redondos que emocionaron al público, aunque el juez le negó una oreja que el público pedía con fuerza. Con su segundo, Silveti expuso valentía, pero un fallo con la espada limitó su actuación a una cerrada ovación.
El joven Héctor Gutiérrez demostró que está listo para ser una de las grandes figuras de la tauromaquia mexicana. Aunque su primer toro no ofreció mucho, con el sexto bis, un ejemplar bravo y extraordinario, ofreció una faena memorable llena de plasticidad y temple. A pesar de buscar la gloria al entrar a matar, una estocada defectuosa le privó de las orejas y el rabo que ya tenía ganados.
Una velada llena de emociones, arte y grandeza taurina que cierra un capítulo importante en la historia de la tauromaquia con la despedida de un maestro del toreo como Enrique Ponce.
