Existen cicatrices que jamás sanan, que duelen incluso 44 años después, sin importar el bálsamo del tiempo. Así ocurre con aquel amargo partido por la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de 1968 celebrados en nuestro país. La selección nacional, por primera vez en la historia, alcanzaba tal instancia en el futbol. La afición, expectante, anhelaba la décima medalla. No fue así.
Se recuerda cómo el equipo empezó con un espíritu elevado, venciendo a Colombia, perdiendo ante Francia y goleando a Guinea. Sin embargo, tras la derrota contra Bulgaria en semifinales, el equipo se derrumbó. En el partido por el bronce contra Japón, disputado en el Estadio Azteca, diversos medios periodísticos, señalaron que para ese partido se perdió la motivación. Los seleccionados ya no valoraban la medalla que quedaba. Parecía que todo se había perdido y no lucharon por ese tercer lugar.
El japonés Kamamoto, cuyo nombre aún duele, anotó dos goles y México no pudo responder. Los 105 mil aficionados en el Azteca quedaron en silencio, convertidos en un mosaico de cojines. En el vestuario, todo era un silencio sepulcral. Algunos futbolistas estaban decepcionados, otros amargados y otros querían arrancar de su memoria ese tiste momento.
El ocaso de aquel atardecer se convirtió en una pesadilla para los jugadores de fútbol olímpico de México en 1968. Fueron rodeados por una multitud enfurecida que exigía explicaciones sobre el desastroso desempeño en el partido contra Japón.
Alcanzar la gloria: Londres 2012
Cuarenta y cuatro años después, la historia dio un giro espectacular. En los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el equipo mexicano Sub-23, bajo la dirección de Luis Fernando Tena, alcanzó la gloria al ganar la medalla de oro en una final épica contra Brasil, un equipo repleto de estrellas como Neymar Jr y Hulk.
El 11 de agosto de 2012, México se enfrentó a Brasil con grandes expectativas, aunque sin ser favoritos. En el primer minuto, Oribe Peralta abrió el marcador tras una recuperación de Marco Fabián y Javier Aquino. México dominó la primera mitad y, en el segundo tiempo, Peralta anotó nuevamente al minuto 75, desatando la euforia de la afición. Aunque Hulk anotó para Brasil en la recta final, no fue suficiente para evitar la derrota.
Esa victoria transformó la historia del futbol mexicano. México, que no era favorito, demostró su valía en el escenario más prestigioso, marcando un antes y un después en su historia deportiva. La gloria de 2012 se erige como una de las grandes epopeyas olímpicas, un motivo de enorme orgullo y alegría para todos los mexicanos.
