Soberbia: Leal no cambió su estilo de juego, prefiendo perder partidos a perder su orgullo. El equipo fue gustoso de salir jugando desde abajo, con ello liquidó al Maza y Pumas, pero con paso de las jornadas se hizo predecible y algunos goles cayeron por la tan sencilla lectura de juego.
Ira: Frank Boli fue la muestra de la frustración del equipo al tirar una barrida temeraria cuando el marcador estaba 1-1 en el Jalisco y San Luis se jugaba la poca vida que le quedaba. El marfileño, sin parender español, fue la muestra perfecta de un equipo al que nada le sale.
Avaricia: Preocupados por temas como la 'pantalla más grande del futbol mexicano', el equipo no soltó la cartera para refuerzos. Se entiende el plan a largo plazo con jugadores como Villal, pero lo cierto es que a corto plazo el equipo se quedó sin alternativas en la banca. Igualmente no se aprovechó el timing para vender a Chávez quien bajó su nivel de forma estrepitosa.
Envidia: San Luis vio crecer a equipos que, igualmente, no desembolsaron grandes cantidades pero han avanzado a pasas agigantados. Necaxa está por llegar de forma directa a Cuartos y los Gallos apostaron por la contunuidad, dieron una gran Leagues Cup y hoy siguen en la pelea.
Lujuria: Misma que llevó a la salida de Jhon Murillo, porque no querramos tapar el sol con un dedo, todos sabemos los motivos de su alejamiento del equipo. Entre polémicas y bajas evidentes de juego.
Gula: San Luis se destruyó con sus propias ganas de trabajar. No cuidaron a Villalpando que se terminó marchando con un jugozo contrato a Juárez. Ambos se necesitaban y, a 6 meses de ese movimiento, no parece ser la solución su posible regreso.
Pereza: La de Ricardo Chávez. No hay más, pasó de ser 'el mejor lateral de México' y hasta posible mundialista, a uno más en el plantel. Un jugador que quiso, pero no pudo. Una pena porque a sus casi 30, su último tren pudo haber pasado.