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Ricardo Brandón: A cinco años de su partida, su legado continúa

Abraham Martínez | 17 Noviembre 2021 | 08:59

En una cancha de futbol o en una reunión con amigos o familia, una espigada figura resalta de entre todas las que conforman un círculo con respecto a ella, ya sea que éste sea formado por niños, adolescentes, jóvenes e incluso adultos, que con singularidad dirigen su atención a los vaciles, los regaños, las anécdotas, las enseñanzas; una voz destaca entre todas, una seca con acento uruguayo de inmediato atrae al oído y la mirada hacia un hombre de cabello brillante que entre canas se pintaba, cara alargada y con mentón pronunciado y una mirada afable que incitaba al juego: Ricardo Brandón Bogado vive en el recuerdo de los potosinos.

El 17 de noviembre de 2016, fue la naturaleza misma la única que pudo con aquel ágil, potente y severo matón del área, ante la promesa que “dos, tres días antes” le hacía a su compañero y “buen amigo por muchos años” del Instituto Carlos Gómez, el profesor José de Jesús Cuellar: “’’Negrito’, ahí te encargo a los muchachos. Yo voy a salir de esta, pero ahí te encargo a los muchachos’… Él pensaba todavía podía salir de su cáncer que tenía ya muy avanzado…”.

A cinco años de su fallecimiento, en la planta alta de una hospitalaria casa, que guarda la esencia de “Caito”, como le apodaban, así como sus retratos, sus diplomas, sus reconocimientos, sus medallas, sus trofeos y demás recuerdos que impresionan a la vista, en un ambiente familiar, con alegría, obvia nostalgia, orgullo y gozo, su viuda, Irma Nelly Almeida Nóbile, su hija, Magaly Brandón Almeida, sus nietos, Daniela, Ian, Antonella e Isabella, y su nuera Mónica, lo recuerdan.

­­- “Él vivía jugando futbol” -rememora con acento diluido y entre risas la señora Irma-, “según él, su infancia fue muy feliz, muy bonita… No le gustaba estudiar mucho…”.

- “Se escapaba de la escuela para jugar futbol” -corresponde la señora Magaly-.

- “Se juntaban en los potreros y ahí se escapaba” -responde con aparente diversión la señora Irma-.

- “Nos contaba mi tía (hermana de Ricardo) que un día ¡le robó la bicicleta al padre (del pueblo) para irse a jugar! El sacerdote del pueblo de donde mi papá era lo quería mucho y lo jalaba para que no se descarriara, ¡pero un día le robó la bicicleta para irse a un partido más lejos!”.

El originario de Lorenzo Geyres, localidad al oeste del departamento uruguayo de Paysandú, se mudó a la capital departamental “porque unos amigos lo invitaron a jugar en un equipo ahí del barrio, ¡que era Peñarol! Entonces, ahí empezó a jugar y después pasó a otro equipo: Centenario, y así fue subiendo y estuvo en la selección de Paysandú” -narra Almeida Nóbile, que conoció a Brandón en “una cancha de futbol”-.

-“Nosotros nos casamos en el 68’ y ahí en la luna de miel Juan Fassio, un director técnico de Uruguay, lo fue a buscar en donde estábamos nosotros, en un balneario que se llama San Luis. Porque nosotros nos casamos y yo le dije que tenía que dejar el futbol, y dijo que sí” -con simpatía admite la prima de ‘Los Cubilla’, Luis y Pedro, exfutbolistas y exentrenadores en Uruguay-, “pero ya no alcanzó a regresarse, porque de ahí se fue a Colombia con la selección uruguaya (al Torneo Preolímpico Sudamericano de 1968, en el cual se clasificaron Brasil y Colombia para los JJ.OO. de México)”.

Finalmente, quien debutara en el Liverpool de Uruguay (1968-1971), en el 71’ vería “su sueño, su máximo anhelo” de “conocer” el país que por 45 años fue su hogar realizado, tras quedarse fuera del Mundial del 70’ “de último momento”, debido a que un delantero a quien suplía por lesión se recuperó para disputar la Copa del Mundo, dejándolo relegado y con una “gran decepción”. El anhelo del ‘Loco’, como recuerda entre risas la señora Almeida Nóbile que le decían sus amigos, de conocer México era tan grande que incluso prefirió fichar por el entonces emergente Atlético Español (1971-1976), antes que irse al “Cruzeiro” de Brasil o al “River Plate” argentino, revela la señora Irma.

El ídolo del Toluca, “equipo de sus amores”, reconocido en 2016 en el Salón de la Fama del club, no solo es el máximo goleador uruguayo en la historia del futbol mexicano con 172 dianas de todo tipo, también dejó una curiosa marca que parece inalcanzable: ser el único jugador de todos los tiempos en México en jugar una misma jornada con dos equipos diferentes; lo hizo en el 78’ cuando fue transferido del Veracruz (1976-1978) a los Diablos Rojos (1978-1980).

Nery Castillo, su boleto a S.L.P. y una papelería, su ancla

Para el año 1980, Ricardo Brandón llega, atraído por Nery Castillo, a los Cachorros del Atlético Potosino.

-“Se vino aquí (a San Luis Potosí) porque estaba Nery Castillo y habló con don Nemesio (Diez), y quería ver si lo dejaban venir” -platica doña Irma- “¡Tuvieron una temporada sensacional!” -recuerda-.

-“¡Todos íbamos a verlo! ¡Era emocionante!” -asiente su hija-.

Un recurrente al Premio Citlalli, galardón que distinguía a los mejores jugadores de la temporada de la Liga en México, nunca pudo ganar el trofeo y tampoco llegar a los “200 goles” -menciona Magaly Brandón-, sabedor de que ostentaba el récord del máximo goleador uruguayo en México.

-“Siempre estaba en la terna de los goleadores: él, ‘Cabinho’ y ‘Pata Bendita’” -orgullosa rememora Irma-.

Dentro de la “temporada sensacional” que tuvo el Potosino durante la corta estancia de Brandón en San Luis como jugador (1980-1981), el equipo también contaba con Lorenzo Unanue, ídolo uruguayo, montevideano y potosino, quien junto a Ricardo llegaría para reforzar a los Cachorros y con quien forjaría una gran amistad, y, con sobriedad, el ex capitán de la Celeste lo recuerda.

-“Los dos llegamos aquí con la temporada empezada (1980-81), esa fue la primera vez que lo conocí. Yo ya lo conocía de nombre, porque él ya tenía un nombre en Uruguay, pero no lo conocía personalmente”.

Asimismo, Unanue, que se considera “parte de la familia” de Ricardo Brandón, “un tipo campechano, buena gente, solidario, muy profesional en la cancha”, con risas recuerda a su amigo dentro del terreno de juego: “¡Era un goleador nato! No era muy técnico, pero tenía una fuerza… le pegaba muy fuerte a la pelota, era veloz. ¡Su característica era que era goleador! Era entregado mil por mil, profesional”.

Una papelería que abrió en la capital potosina, “porque las papelerías les quedaban muy lejos (a sus hijos)”, durante su paso por Cachorros más tarde definiría su nuevo hogar.

Tras finalizar su aventura en el futbol profesional, luego de su estancia en los Atletas Campesinos, de Querétaro, y en Oaxtepec, equipo al que dirigió luego de su retiro junto con Ricardo Antonio La Volpe, pero en donde las cosas no salieron muy bien, pues “¡se juntaron dos 'Ricardos', uno argentino y el otro uruguayo!” -bromea doña Irma-, y terminó alejándose de las canchas profesionales.

Caito habría de volver a la capital potosina para seguir atendiendo su negocio, que terminó por cerrar, pero solamente para abrirle paso a un nuevo capítulo en su vida: la docencia.

Los niños y el futbol, sus grandes pasiones

“Un golpe muy fuerte” fue lo que su “gran amigo” Lorenzo Unanue sintió hace cinco años…

Sin embargo, el legado de Ricardo Brandón Bogado permeó más allá de las canchas de la Primera División del futbol mexicano, en las que sigue dejando huella con futbolistas como Enrique Palos, ex arquero de Tigres, o Jair Díaz y David Rodríguez, actuales jugadores del Atlético de San Luis. Y es que el concepto de “solidario” con el que lo calificó su amigo Lorenzo Unanue no es en vano, pues a través de la docencia, otra de las pasiones del goleador uruguayo, logró trascender en potosinos que lo necesitaban.

-“Él me decía que los jóvenes necesitaban un apoyo, sobre todo en lo que era la disciplina, los valores, porque a él le gustaba mucho, mucho, mucho que los papás acompañaran a todos esos jóvenes” -cuenta el profesor Cuéllar-. “Siempre que tenía partido, siempre los papás tenían un lugar primordial para él, aunque no le hacía mucho caso, pero sí le gustaba mucho que apoyaran a sus hijos” -recuerda-. “Su principal motor era trabajar por los muchachos”.

“Caito”, ya retirado y viviendo en San Luis Potosí, antes de dirigir por muchos años en el Carlos Gómez, como alguna vez aquel sacerdote de Lorenzo Geyres sirvió de mentor, él lo fue de un grupo de jóvenes de escasos recursos con su herramienta más valiosa: “la disciplina”.

Estrella Roja era el equipo llanero con el que Ricardo Brandón consiguió “encaminar” a muchachos y alejarlos de “la mala vida”, narra Magaly Brandón: “Mi papá pasaba por ellos en una camioneta, e iba por cada uno para llevarlos a jugar o a entrenar, y si no encontraba a uno en donde se suponía que tenía que estar, lo buscaba hasta encontrarlo. Y ellos están muy agradecidos por eso; me dicen: ‘es que sin tu papá no sé qué habría sido de mí’, ‘él me hizo un hombre de bien’”. Incluso, cuenta su hija, esa camada de alumnos fue a visitarlo cuando fue a dar por primera vez al hospital a “darles las gracias por todo”.

Ello, inspiró a la propia hija del ‘Profe Brandón’ y a su esposo a iniciar la “Fundación Ricardo Brandón” en 2018, la cual, mediante el deporte, se encarga de ayudar a niños de escasos recursos.

Junto a su hijo, Ricardo Ismael, ‘Caito’, ‘El Loco’, ‘El Viejito’ o ‘Profe’; el esposo, el padre, el abuelo, el futbolista o el maestro, a cinco años de que partiera de este mundo, sigue trascendiendo en muchos potosinos con una llama que aún corresponde al son de sus particulares indicaciones: “¡Vamo’, vamo’, vamo’! ¡Eso es!” …

Ricardo Brandón Bogado vive.

 
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