Un potente claxon de tren se escuchaba en las inmediaciones del Estadio Alfonso Lastras, marcando en el reloj las 9 de la mañana, al tiempo que un puesto de camisetas se situaba en frente de la Puerta 4 y los aficionados, en familia, comenzaban a llegar, para romper con la cotidianidad entresemana de los vecinos de Valle Dorado.
El San Luis, en el camino por meterse a la Fiesta Grande del futbol mexicano, le abría las puertas a sus abonados para darle color al entrenamiento, a una semana de enfrentar a Santos.
Los fieles se distribuían en la “Zona Sombra” del recinto atentos, como un jugador más, a las indicaciones del entrenador Marcelo Méndez y a los ejercicios que con palpable alegría sus pupilos realizaban.
Berterame amenizaba con su calidad; Vombergar motivaba los aplausos con acrobáticos remates; Barovero impresionaba con sus atajadas, Andrés Sánchez hacía lo propio con sus vuelos de fotografía; y Vladimir Moragrega daba a conocer su contundente técnica de cara al arco.
La motivación potosina parece innegociable.
El momento pacientemente esperado por los seguidores llegó: la práctica concluyó y las emocionadas llamadas del respetable hacía los protagonistas para las fotos y los autógrafos no se hicieron esperar. El ya histórico “GB7” acaparaba la atención de los fans. “El Trapito”, con la humildad por delante, atendía a un ilusionado niño dentro del campo, que la seguridad vigilaba con recelo.
Contenta y satisfecha la afición abandonaba el estadio, pero no a su equipo, jamás a su equipo…