Cuando Giannis decidió extender su contrato con los Bucks el año pasado se comprometió con la ciudad de Milwaukee a llegar a la gloria. Más de uno se sorprendió al decidir continuar en un mercado pequeño para la NBA, tomando la determinación de no ir a uno de los 'super equipos', la afición de los Bucks sabía que algo especial había que pasar. Un contrato gigante, un equipo hecho a su medida y un escenario perfecto para que 50 años después el anillo regresara y el griego tomara el relevo de Kareem Abdul Jabbar.
En casa, los Bucks fueron agresivos desde el arranque del partido sabedores de que había que ganar o ganar para festejar ante su gente, evitar el juego 7. Giannis y compañía atacaron el aro, comenzando con la fiesta del griego que esta vez hizo todo el trabajo. Corrió de arriba a abajo, bloqueó, tomó rebotes y anotó 50 puntos que dejaron en la lona a los Suns.
En el primer cuarto, el hambre de los Bucks fue evidente al dejar por 13 puntos abajo a su rival que no encontraban la forma de contener a un equipo animado. Pero en el segundo cuarto, los Suns fueron muy aguerridos, Paul y Booker tomaron el mando y se llevaron ventaja de 5 al descanso.
Los nervios eran máximos y tuvo que aparecer la figura de Giannis para poner orden al tapar tiros clave a Booker, tener un atinado juego en las transiciones y un agresivo estilo que desquició a la defensa de Phoenix que solo veía la sombra del griego.
Tras marcharse empatados al último periodo, los Suns se desfondaron y pudo más el hambre de Milwukke, si bien no espectacular, sí muy efectivo para terminar con esta muy larga espera. Al grito de 'Bucks in six', Giannis fue el elegido para llevar a su equipo al Olimpo con el triunfo de 98-105. Tengan miedo del ciervo porque han ganado su ansiado anillo y la NBA se encuentra amenazada por una quinteta sin grandes nombres, pero con el talento necesario para hacer soñar a Milwaukee una vez más.
