Hasta hace unos días, un kilo se medía de acuerdo a una pieza de platino-iridio que está guardada en las afueras de París, debajo de tres cúpulas de cristal. Pero a pesar del cuidado con el que se manejaba, no siempre pesaba lo mismo, porque acumulaba polvo, se ensuciaba o por las condiciones atmosféricas.
Es por eso que este viernes se acabó el kilogramo tal como lo conocemos y medimos. Esto porque el Comité Internacional de Pesos y Medidas decidió que el estándar del peso ya no será un objeto físico sino que se redefinirá mediante una constante matemática altamente precisa.
Los microgramos de diferencia no van a afectar en la compra de fruta u otras cosas, pero sí se deben tener en cuenta durante la síntesis de nuevos fármacos, por ejemplo. En la investigación física, tales fluctuaciones son intolerables. Con esta decisión se están poniendo los cimientos para la nueva ciencia, una con menos incertidumbre para el desarrollo de la tecnología.
De la misma forma en que la redefinición del segundo en 1967 ayudó a mejorar las comunicaciones en todo el mundo gracias a avances como el GPS e Internet, los expertos aseguran que el cambio en el kilogramo será bueno además para el comercio y la salud.
Pero aunque la mayor precisión será una ayuda para los científicos, son los mismos miembros de la Comisión Internacional de Pesos y Medidas los que indicaron que para el comprador promedio de harina o plátanos “no habrá ningún cambio en absoluto”, cuando el 20 de mayo de 2019 entre en vigencia esta nueva forma de medir el kilo.