Miércoles 8 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

El pintor que plasmó la historia de amor y tragedia que todos llevamos dentro

CC | 10/04/2024 | 14:22

¿Recuerdas aquel café que lo cambió todo? ¿La fría tarde en que te perdiste en el trance hipnótico de sus ojos y cuando volviste en ti, te diste cuenta de que el amor recorría todo tu cuerpo y nada volvería a ser igual? ¿O la noche en que despertaste y descubriste que no podías pasar un día sin pensar en él?
 
Toda historia de amor se forja a través de las acciones que los protagonistas realizan día a día. Citas improvisadas, noches de pasión y locura, tardes eternas compartiendo juntos cada detalle y haciendo de lo más normal algo casi mágico: el encuentro entre dos voluntades que convergen hacia la trascendencia.  Éste puede ser tan explosivo y violento como para crear la más grande historia de amor o bien, forzar hasta la destrucción a un romance que nunca superó sus instintos y sucumbió ante la presión, tal como ocurre con una estrella gigante que agota su combustible y se hunde en su propia masa, formando un agujero negro de dudas, demonios y celos.
 
En la mente de dos amantes se construye una historia análoga a la realidad. Se trata del relato que cada uno tiene sobre su experiencia y las sensaciones que acompañan cada instante de su relación. Igual que una narración en primera persona, en la imaginación de cada uno se guardan los momentos que ambos comparten en forma de recuerdos que toman fuerza según su importancia.
 
El cerebro de cada uno recrea la atmósfera de la primera cita, el momento en que por primera vez se fundieron en el deseo carnal o el abrupto final de una relación. En su mente, una densa nube recrea la atmósfera de entonces: las luces tenues recuerdan el olor de aquella cafetería donde la tenue iluminación se colaba por un resquicio mientras sus ojos brillantes conducían hacia un momento inevitable. El sillón maltrecho donde la oscuridad fue único testigo de la desnudez de su piel mientras ambos ardían de placer o el último beso, frío y desangelado como prólogo a un adiós que ninguno deseaba.
 
Son esos momentos donde el retrato de cada amor parece tan ajeno -y al mismo tiempo familiar- a todos quienes alguna vez han cedido al idilio del amor y así, más tarde descubren que están embriagados en placer, naufragado después en un mar embravecido de todo lo que fue. Instantes en que todas las particularidades de cada romance cumplen con un nombre, apellido, lugar y gestos propios, pero al final son tan propias para todos los enamorados, como la historia de pasión y tragedia que a veces se oculta, otras se acepta y en algunos casos, es punzante y guía al borde de la locura, pero todos llevan dentro.
 
La obra pictórica de Ron Hicks escapa de las imágenes de la vida romántica que planteó la pintura durante el siglo XIX y XX con sus trazos y aparece con escenas renovadas de cómo se escriben las historias de amor en la actualidad. Entre callejones de cafés y motocicletas, sentados en un parque o en la intimidad de un cuarto a media luz, la densidad de los momentos de atmósfera se materializa en las obras de Hicks, sólo para recordarnos las más agradables, eternas, mágicas historias de amor así como las más dolorosas, de las que nadie quiere hablar y dejaron un hueco