Alfonso Del Real López | 09/04/2024 | 22:16
Para estas fechas, estimado lector, Usted ya debe tener más o menos claridad respecto de la baraja de contendientes a un cargo de elección popular en su localidad. Ya puede estar un tanto segur@ de las y los contendientes por partido o coalición, e incluso algo de antecedentes personales o profesionales del o la aspirante al cargo de elección popular.
Con eso en mente, lo quiero invitar a que reflexione sobre la consideración que usted pueda tener del personaje en cuestión, o del partido o coalición que representa, y el rol que juega en este momento en la vida pública de su municipio, distrito, estado o incluso del país -en términos de propuest-a sobre una serie de temas o incluso hasta de una posición ideológica.
Creo que, si reflexionamos sobre eso, nos daremos cuenta que, hoy por hoy, puede ser difícil que como elector común y corriente, distingamos con claridad las diferencias entre los contendientes y/o los institutos políticos que patrocinan las aspiraciones y los propios candidatos. ¿Cuál es la propuesta “radical” de determinado personaje, en comparación a otro? ¿Qué hace diferente la propuesta en materia de seguridad del aspirante y su partido, con otro? Y así podemos preguntarnos en muchos temas en qué radica la diferenciación clara que puede originar un sentido de polarización.
Una vez que usted ha hecho la reflexión respecto de las diferencias que puedan hacer “polos opuestos” a los personajes que aspiran a su voto, lo invito a que considere esto: me parece que, hoy por hoy, la polarización no está en el tema o la propuesta, sino en el personaje en cuestión y lo que puede representar. La diferencia no está tanto en la propuesta (salvo su mejor opinión, hoy todo se mueve en el espectro de centro-izquierda, incluso para las expresiones con mayor tendencia a la derecha extrema), sino en el ánimo que nos genera la percepción de los aspirantes y el momento que vivimos en relación con determinada problemática que nos aqueja.
Eso implica que, en algún momento, quizás tengamos que pensar respecto de la utilidad de nuestro voto en favor de tal o cual figura. ¿Sabe por qué se lo menciono? Porque ante la vasta oferta electoral, se corre el riesgo de que la polarización política (que en ocasiones se resumen en elegir a A o a B) dé paso a una fragmentación electoral y se disipe la utilidad del voto.
Tantas opciones en la palestra política hablan de muchas cosas, entre ellas, de la evolución galopante de nuestro sistema de partidos que permite muchísimas opciones en cada elección (pero cuya utilidad sigue cuestionada) o bien, de una especie de cálculo maquiavélico -pero a la vez brillante- de algunos institutos y actores políticos que saben que, al amparo de lo que hoy se vive en el país, es mejor alentar la fragmentación electoral que abonar a la polarización. “Divide y vencerás”, y así también pasa con las opciones políticas.
A final de cuentas, polarización o fragmentación es algo que se vive más en determinadas élites políticas o grupos sociales que en los estratos sociales en general. Sin embargo, eso no significa que nos mantengamos ajenos o distantes a todos aquellos elementos que nos pueden dar una idea de la inclinación que va teniendo una determinada expresión electoral.
Al final del día, no debemos olvidar que votar y ser votado es un derecho, y ese derecho nos abre la puerta a otra clase de ejercicio que es la ciudadanía, donde estamos llamados a ser partícipes de los asuntos públicos.
Esa participación, en ocasiones, pasa por pensar la utilidad de nuestro voto: o se va en la fragmentación… o manda un mensaje con la polarización.
*Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Administración Pública, UNAM.
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