Miércoles 1 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

La obra pública en tiempos de la transformación

José Luis Solís Barragán | 29/03/2024 | 18:34

Una de las aspiraciones de todo individuo, es la posibilidad trascender en esta vida, ¿qué dejamos a nuestras familias?, ¿qué aportamos en nuestros trabajos o incluso en algunos casos en la vida en comunidad?; si esta duda se vive en las personas en su vida cotidiana, la realidad es que la meta de trascender adquiere dimensiones mayúsculas cuando hablamos de gobernantes.

Aquella persona que alcanza una posición de poder es común que busque la forma en que sus aportaciones trasciendan más allá de su propia memoria, que su presencia no sea solo una situación efímera y que pase desapercibido por la colectividad.

Napoleón Bonaparte señalaba: “los hombres no trascienden por sus palabras o sus actos, sino por las instituciones que dejan”, ello para la clase de políticos que pudiéramos considerar estadistas, pero para la simpleza electoral de algunas naciones como México, la obra pública es la esencia de la trascendencia sexenal.

La obra pública es una forma en que el Gobierno se hace presente e incluso puede cambiar realidades, caminos que conectan comunidades pueden brindar mejores oportunidades y salvar vidas; la pavimentación de una calle puede dar plusvalía a una vivienda, así como mejorar la calidad de vida de las personas; más y mejores carreteras pueden dar dinamismo económico; puntos de conexión con el exterior como aeropuertos y puertos dan mejores proyecciones de crecimiento; creación de atractivos turísticos; y por supuesto servicios básicos en materia de educación, salud, vivienda, de agua, entre otros, que nos ayudan a frenar la pobreza galopante.

Siendo la obra pública un factor tan trascendente en la vida de los ciudadanos, es lamentable que deba ser considerada un área de riesgo en la administración pública, ello por los posibles actos de corrupción que pueden darse derivado del manejo y la asignación de recursos públicos; pero también las deficiencias en los estudios para determinar la pertinencia de las obras; y por la necedad de algunos gobernantes de generar acciones faraónicas que perpetúen sus legados.

Trascender a través de la obra pública es sin duda relevante, pero hacerlo a cualquier costo tiene importantes riesgos, el primero de ellos es que un mal manejo en las finanzas públicas, implica déficit, es decir, deuda que deberá pagarse con impuestos futuros; y el segundo, es el abandono de la lógica de que la obra pública no necesariamente debe ser majestuosa para contribuir con la calidad de vida del ciudadano, ya que hay inversiones que deben hacerse, pero que no es posible que tenga la placa de recuerdo que perpetue el nombre del gobernante, estas últimas como alcantarillado y drenaje son aquellas que los políticos desprecian con mayor frecuencia.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre que fijó la ruta de su gobierno a través de la obra pública para dirigir varias consignas claras: la primera de ellas era dar un mensaje contundente al poder económico, de que el presidente no su subordinaría a ellos; el segundo, la obra pública estaría al servicio de la ideología nacionalista sobre todas las cosas; y el tercero y no menos importante, sus paisanos del sur ya no serían los olvidados, dado que la inversión histórica mejoraría el crecimiento de la zona.

Del mensaje al poder económico se acusó recibo con la cancelación del aeropuerto de Texcoco, ello sin importar el costo para las finanzas públicas; el segundo mensaje fue la refinería de dos bocas era la muestra clara del retorno al concepto exacerbado de la soberanía nacional, aún y cuando hubiera cuestionamientos sobre su pertinencia; pero el único mensaje positivo a resaltar en el área de obra pública de la actual administración es que para el sur, los resultados son alentadores, ya que según cifras del INEGI, se crece de manera histórica, faltará ver que si al retirarse la inversión pública, logra sostenerse el nivel de crecimiento, de lo contrario este último mensaje no será tan eficaz.

Llegamos al final del sexenio lopezobradorista, sus grandes obras viven en plena crisis: el Tren maya no sólo con cuestionamientos de pertinencia en  materia ambiental y corrupción, sino que además de las múltiples fallas reportadas hasta ahora, y el nuevo anuncio de su descarrilamiento; el aeropuerto Felipe Ángeles que sustituyó la obra peñista, no logra despegar y sigue sin concluirse; por último, la refinería dos bocas ha sido costosa, parece interminable, señalada por presunta corrupción y lo peor, es que sigue sin operar.

Andrés Manuel cierra su sexenio con obras faraónicas inconclusas y no materializadas, con grandes dudas sobre su pertinencia y sobre la honestidad con la que se asignaron los contratos, y quizás la duda más relevante es el estado con que se entregarán las finanzas públicas ante tales compromisos financieros.

Es innegable que los números de crecimiento económico son alentadores para el sur del país y que por supuesto influye la obra pública para alcanzarlos; pero también es innegable que en esa materia los principios de honestidad, honradez y sobre todo, austeridad, no encontraron eco durante la autodenominada transformación del país, un pendiente más que deja la administración.