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El hombre que pensó ser juarista

José Luis Solís Barragán | 23/03/2024 | 00:38

Benito Juárez García es sin duda alguna, uno de aquellos hombres mitificados por la historia mexicana, sus aciertos son exaltados y sus yerros tienen el beneficio de ser olvidados, pero quizás lo más grave del mito que lo rodea, es que el peso de la historia nos hace perder la capacidad de conocer al hombre que gobernó por 15 años.

El Gobierno del Presidente Juárez se desarrolló la mayor parte del tiempo en una serie de movimientos bélicos entre visiones de país:el liberalismo y el conservadurismo.
Benito Juárez pertenecía a la corriente del pensamiento liberal cuya base es la libertad del individuo para el desarrollo personal y colectivo, un Estado que garantiza las libertades de las personas y del progreso económico a través del capital.

Frente al pensamiento defendido por los juaristas, se encontraba el pensamiento conservador, aquel que pugnaba por preservación de privilegios, de una relación estrecha entre Estado y religión, pero sobre todo la perpetuación del modelo económico originado en la época virreinal y que implicaba la explotación para los sectores más desprotegidos.

Esto no debe entenderse como un contraste simplista o que pretenda exaltar a unos y despreciar a otros, o incluso caer en la arrogancia de clasificar en buenos y malos; simplemente se plantean diferencias que llevaron a la búsqueda y la conservación del poder a cualquier costo y sobre todo sin capacidad de dialogo, dado el grado de polarización creado.

Si asumimos al presidente Juárez como un político de pensamiento liberal, es fácil entender algunas posiciones tales como: el respeto a la Ley y al Derecho como base de la convivencia entre los individuos; las leyes de reforma que instituyeron libertades fundamentales como la religiosa y la separación del poder político y la fe; así mismo, el impulso de un sistema de pesos y contrapesos en que el poder judicial adquiría un papel relevante.

Siendo estas posiciones del liberalismo que representaba Benito Juárez, valdría la pena que muchos de aquellos individuos que se asumen como juaristas, revisen su pensamiento dogmático y congruencia de acción, para realmente analizar si coinciden en esencia con el espíritu de las leyes de reforma.

Ser juarista debe ser respetar el derecho de los individuos, incluso cuando ello representa la posibilidad de hacernos una crítica; así mismo, respetar el papel del Poder Judicial, asumiendo su importancia al ser un órgano que impide el desbordamiento del poder, frente al ciudadano; debe ser respetar la libertad económica e incentivando el funcionamiento del mercado para frenar las desigualdades que propicia un sistema de explotación; es reconocer a la Ley como elemento central del Estado, por lo que su respeto no debe entenderse bajo principios de discrecionalidad que permitan vulnerar la legalidad; pero también es aceptar que el poder implica responsabilidad, por lo que el gobernante debe ser cuidadoso de no cometer abusos derivados de su ejercicio.

Andrés Manuel López Obrador es un hombre que se asume así mismo como juarista, los símbolos del presidente de la época de la reforma, los usa para exaltar su posición y lo que el mismo llama su solvencia moral; pero desgraciadamente hay muchas dudas sobre su pensamiento juarista; o por lo menos de la congruencia de este.

López Obrador desde la mañanera hace inquisición de los que el señala son opositores; su actuar deja duda sobre presión en ejercicio de la libertad de expresión y de prensa; y su posición sobre la división de poderes, se asemeja más a la idea de los conservadores que de los liberales.

El presidente de la Cuarta Transformación quiso emular los mitos construidos sobre las figuras de Madero, Juárez y Cárdenas; pero entre más se acerca el fin del sexenio, cada uno de esos mitos hace frente a la realidad de un hombre que soñó con ser parte de ellos, pero que no alcanzó los méritos para ocupar dicho pedestal.

López Obrador es sin duda una figura importante en la construcción de la democracia, su papel de opositor permitió articular cambios legales trascendentales en la equidad de los procesos electorales, pero su papel como gobernante deja muchos cuestionamientos sobre la figura del hombre que se autodenominaba demócrata y liberal, por lo que sólo creyó ser juarista, pero no es claro el que lo sea.