Como muchas personas, Namita Kulkarni se sintió atrapada durante la pandemia. Cuando la vida de esta intrépida bloguera de viajes de repente se vio varada, buscó su siguiente aventura en su imaginación.
“De niña, fantaseaba que me perdía en un bosque”, dijo Kulkarni. “La naturaleza expande nuestro horizonte de posibilidad, así que las cosas se ponen muy fantásticas en los bosques que imagino”. Mientras su mente está en las nubes, sus pies imaginarios disfrutan las cascadas mágicas, los campos de flores amarillas o acogedoras tinas con vista a valles exuberantes.
No es la única. Los adultos pasan hasta un 47 por ciento de su tiempo en vigilia con la mente divagando, según un estudio de la Universidad de Harvard que dio seguimiento a los participantes con una aplicación. Otros estudios dicen que los porcentajes varían mucho, dependiendo de cómo se clasifiquen.
Sin embargo, ninguno de estos estudios pinta la ensoñación como algo positivo. Desde hace décadas, los psicólogos han considerado que soñar despierto demuestra una falta de control cognitivo y se han enfocado en cómo atrofia algunas capacidades, por ejemplo, el procesamiento de tareas, la comprensión lectora y la memoria. Pero, Jerome Singer, antiguo profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania y padre de la investigación sobre la ensoñación, planteó la hipótesis de que soñar despierto puede tener un efecto positivo. Si no fuera así, ¿entonces por qué nuestras mentes serían tan propensas a divagar?
A diferencia de los psicólogos que han afirmado que la ensoñación es un desperdicio absoluto, Singer dijo que en ocasiones las fantasías eran ventajosas y en otras eran contraproducentes. En su opinión, las ensoñaciones negativas se presentaban de dos maneras: como fantasías dolorosas y obsesivas, y como una incapacidad indisciplinada para concentrarse.
Pero también propuso que algunos ensueños creativos y divertidos, lo que él llama ensoñación positiva constructiva, podrían ser benéficos. Si bien las fantasías negativas indican una falta de control, la verdad es que la gente con gusto se aboca a los sueños que son más divertidos.
Esta idea fue revolucionaria cuando Singer la propuso hace 70 años. Unos cuantos psicólogos continuaron su investigación sobre ensoñaciones positivas, pero la mayoría las consideró una distracción dañina de los patrones de pensamiento normales. Incluso la aplicación de la Universidad de Harvard encontró que las personas que soñaban despiertas eran menos felices.
Así que a lo largo de los años la mayoría de los psicólogos han usado las ensoñaciones como un barómetro del estado mental de un paciente y no como una herramienta productiva para cambiar dicho estado. Ahora, un creciente corpus de investigaciones y evidencias derivadas de la terapia clínica sugiere que podemos usar la ensoñación intencionada y lúdica para mejorar nuestro bienestar general.
Más difícil de lo que parece
Las nuevas investigaciones muestran que soñar despiertos puede inspirarnos felicidad si se abordan a propósito temas significativos, como recuerdos agradables de seres queridos o escenas imaginadas de triunfo ante cualquier adversidad.
En un estudio reciente publicado en la revista Emotion, los investigadores evaluaron cuánto placer obtenían las personas de sus pensamientos. Los participantes que no recibieron ninguna orientación fueron más propensos a decantarse hacia temas preocupantes o neutros, como el trabajo o la escuela, y se quedaron con sentimientos negativos o neutros después de la sesión.
Cuando se les dio un esquema que los orientaba a imaginar algo positivo, como pedirles que fantasearan con tener superpoderes o que pensaran en su primer beso, fueron un 50 por ciento más propensos a tener sentimientos positivos después de la sesión.
¿Por qué no pudieron hacer eso por su cuenta? Erin Westgate, profesora de psicología de la Universidad de Florida y la principal autora del estudio, dijo que la ensoñación positiva requiere de un esfuerzo cognitivo mayor. Entonces, nuestro cerebro se inclina hacia el vagabundeo mental sin esfuerzo, pese a que los resultados en ocasiones sean negativos.
Pero aprender a controlar bien tu imaginación vale la pena el esfuerzo.
Cómo soñar despiertos
Los atletas como los jugadores de rugby, los golfistas y los expertos en artes marciales que sueñan despiertos a propósito, pensando en sus técnicas, con imágenes y narrativa, han encontrado que la ensoñación puede mejorar su desempeño. Estudios de cirujanos y músicos han observado resultados similares. Pero algunas personas tienen dificultades para entrar en contacto con su lado creativo e imaginativo.
Según mostró el estudio de Westgate, la ensoñación volitiva es especialmente difícil de lograr sin inspiración. La flexibilidad cognitiva y la creatividad son mayores en la infancia y disminuyen con la edad. La creatividad sigue ahí, pero quizá haya que azuzarla. Entonces, cuando T.M. Robinson-Mosley, psicóloga consultora de la NBA, asesora a los jugadores sobre cómo explotar el potencial de sus ensoñaciones, primero les ayuda a romper sus bloqueos mentales y hacen una lluvia de ideas en las que centrarse.
Para ayudar a los jugadores a dejar de lado sus inhibiciones, Robinson-Mosley los hace empezar con ciertas actividades: escribir a mano alzada, dibujar o bien usar el medio que más les convenga. Esto “les permite volver a conectarse con aquella creatividad que realmente disfrutábamos cuando éramos niños”, explicó.
Robinson-Mosley dice que las ensoñaciones con propósito son como hacer boxeo de sombra: “Antes de que siquiera enfrentes a un oponente de verdad, pasarás miles de horas haciendo boxeo de sombra, una forma de visualización que está diseñada para que tú imagines un combate de boxeo en tu mente mucho antes de que te pongas los guantes”.
Usar la ensoñación como un ensayo mental puede ayudar a algo más que a mejorar el rendimiento laboral. Las investigaciones han demostrado que pensar en situaciones como escenas visuales puede mejorar el estado de ánimo de las personas que sufren de depresión grave. Pensar en escenas personales, significativas, pero imaginarias, como las del estudio de Westgate, puede aumentar la creatividad y estimular la inspiración.
Quizá tu maestra de literatura del colegio te decía que estabas en las nubes, pero en realidad, hasta las más breves vacaciones mentales pueden devolverte una sensación de bienestar. A veces vale la pena divagar con nuestras fantasías.