La restauración de la Esperanza, una de las tres virtudes teologales junto con Fe y Caridad que coronan la Catedral Metropolitana, resultó más dañina para la pieza de Manuel Tolsá que el sismo que la derribó en 2017, consideró José de Jesús Aguilar Valdés, sacerdote de la Arquidiócesis Primada de México y especialista en arte sacro.
El rescate de la escultura del siglo 19 fue encomendado por el Gobierno Federal a la empresa Escoda Técnicas de Arquitectura Monumental, a través del Programa Nacional de Reconstrucción, y tuvo un costo de 5.2 millones de pesos, de los cuales 2.9 se destinaron a la obra en cuestión.
"Lejos de restaurarla, dañaron más la escultura, más que el sismo, porque este tipo de obras son también documentos históricos. No solamente tienen algo estético, sino funcionan como documentos de una época, de un estilo, y lo que hicieron fue lamentablemente afectar la obra", afirmó el Padre Aguilar Valdés en un mensaje de audio compartido a REFORMA.
"Había bastantes elementos para que la pudieran restaurar de la mejor manera (...) No sé por qué las autoridades de Catedral aceptaron esta restauración sin haber hecho una crítica constructiva pero firme al mismo tiempo", cuestionó el sacerdote, quien dirigió el departamento de Arte Sacro en la Conferencia del Episcopado Mexicano y ha sido subdirector de esa misma comisión en la Arquidiócesis de México.
La Secretaría de Cultura (SC), autoridades de la Catedral y el Gobierno Capitalino develaron el pasado martes las restauradas virtudes teologales en la cúspide de la fachada del recinto y defendieron la "reconstrucción" de la cabeza de Esperanza, pues la original se quebró y se perdió durante la caída desde 45 metros de altura durante el terremoto.
La reconstrucción realizada por el cantero Esteban Reyes, según defendió Arturo Balandrano, director de Sitios y Monumentos de la SC, organismo responsable de la intervención, avalada también por instancias del INAH, se apega a los principios de la restauración del patrimonio cultural, que desaconsejan la réplica exacta, dijo, de un bien perdido, porque se incurriría en un "falso histórico".
El resultado es visiblemente distante a los trazos de Tolsá.
Según la coordinadora de la restauración, Marina Straulino, reproducir la cabeza sería una falsificación, y tampoco había suficientes elementos para hacerlo.
"No es una réplica, es una reconstrucción", definió.
El Padre Aguilar Valdés calificó de "mal trabajo" el proceso realizado.
"Fueron 7 años de espera, para que en el último tiempo, en unos cuantos meses, hayan hecho el trabajo. Yo sugerí, cuando estaba en la Catedral, que incluso se pusieran las esculturas a la vista de la gente y se hiciera una campaña para obtener dinero y no se tuviera que recurrir al Gobierno para tener estos recursos, porque finalmente la restauración de estas obras no era tan cara.
"Si las hubieran colocado en la puerta de la Catedral y (hubieran hecho) una campaña de 'Ayuden a restaurar', hubiéramos conseguido el dinero necesario para hacer un buen trabajo, y desde hace mucho tiempo; no tuviéramos que haber esperado 7 años para este mal trabajo. Ahora sí que arruinaron la Esperanza de México en un sentido metafórico", puntualizó el también subdirector de Radio y Televisión de la Arquidiócesis Primada de México.
De este modo, la acción del ser humano dañó a la obra más que el terremoto, insistió.
"Los daños provocados por un sismo no dependen del ser humano. En cambio, los provocados por las alteraciones a obras de arte, que también son documentos de un tiempo, estilo artístico y autor, sí dependen de la mano humana. Por ello, a nivel mundial, en la restauración se busca seguir el mejor camino fundamentado en estudios previos de especialistas en arte, historia y técnicas de restauración.
"Evidentemente que no se puede repetir el trabajo exacto que realizó Tolsá, pero sí determinados aspectos propios de su obra, sobre todo cuando se tienen elementos para hacerlo", zanjó.
