Jueves 2 de Mayo de 2024 | San Luis Potosí, S.L.P.

Turbulencia en Palacio Nacional

José Luis Solís Barragán | 05/02/2024 | 08:11

Andrés Manuel López Obrador desde su época como opositor al régimen político entendió la premisa: “En política lo que parece, es”; y es bajo esta idea que se fue construyendo la figura de un hombre que luchaba contra el poder, cercano a la sociedad, honesto y que no tenía ambiciones económicas que satisfacer.

López Obrador llegó en taxi a tomar protesta como Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, después la imagen del sencillo Tsuru como marca de la honestidad valiente; presumía una cartera con un billete de baja denominación y su llegada a la Cámara de Diputados como presidente electo en un Jetta; son muestras de las imágenes que enviaba como parte de su comunicación política.
El Presidente logró sembrar la idea en sectores importantes de la sociedad, que pese a los señalamientos y cuestionamientos sobre hombres y mujeres que lo han rodeado en su ascenso rumbo poder, él no tenía un plumaje manchado, su imagen salía impoluta pese a las ligas de Bejarano y los videos de Carlos Ahumada, entre otros casos.
La sencillez y carisma de López Obrador permitió distanciarse de forma muy rápida de una clase política frívola y que su gusto por los dividendos económicos no tenía límites, el líder social logró construir una narrativa de se basaba en que no buscaba el poder para hacerse de una casa blanca o para enriquecerse al amparo de las arcas públicas, lo que lo convirtió para parte de la colectividad en la antítesis del peñismo y de la oligarquía del PAN.
El presidente ganó en el 2018 y la premisa “lo que parece, es” lo fue blindando, el Jetta afuera de Palacio, la continuidad de la narrativa del combate a la corrupción y el ya famoso “no somos iguales” fueron generando un teflón que, pese a los cuestionamientos, protegía al hombre que se asumía como el nuevo gran transformador de la nación.
Como los gobiernos anteriores, el obrodorato se ha visto envuelto en señalamientos que cuestionan la bandera principal del presidente: “el combate a la corrupción”, SAGALMEX, la llamada casa gris, la cantidad de asignaciones directas en materia de adquisiciones, los videos de sus hermanos y los contratos de su prima con PEMEX.
Los cuestionamientos en materia de corrupción ensombrecen la famosa bandera blanca del triunfo, las estadísticas mostraron una baja en la percepción, pero un incremento en el costo y en la frecuencia del fenómeno; y las últimas encuestas, muestran que en la percepción colectiva el presidente no logró cumplir su promesa de erradicar este mal que lesiona al país.
El Presidente esta próximo a dejar el gobierno, su movimiento se encuentra en pleno apogeo del proceso electoral y pese al animo triunfalista que permea entre ellos para que repitan en la máxima magistratura del país, no pueden dejar de considerar que la popularidad de López Obrador se sostiene, pero su calificación como gobernante deja muchas dudas; es decir tenemos un presidente muy popular, pero que su desempeño es muy cuestionado.
Estas cifras de evaluación gubernamental han sido intrascendentes para el presidente, el se sabe popular y por ello su Partido Político apuesta a un discurso de continuidad, sin embargo, estas últimas dos semanas, la narrativa Ejecutivo no fue capaz de contener la agenda pública y quizás esta siendo herida en la parte más relevante para el obradorato: la honestidad y congruencia del liderazgo.
La duda sobre la salida de Azucena Uresti de Milenio televisión, las investigaciones periodísticas de posibles conflictos de intereses que involucran a su familia y a personas de su equipo de trabajo muy cercanas a él, empiezan a mostrarse como una constante y no como hechos aislados; la bomba derivada de un artículo periodístico que cuestiona el posible apoyo de dinero ilegal que se destinó a su campaña en los comicios electorales del 2006; y para cerrar la semana, los señalamientos de una exfuncionaria del gobierno que asegura, podrían “tirar a una candidata”.

Todos estos acontecimientos en tan pocos días se han convertido sin duda alguna en una turbulencia que no esperaban en Palacio Nacional, la capacidad de reacción se ve mermada, la narrativa se perdió y no han podido recuperarla, el presidente sigue apostando por descalificar al mensajero y ello no quita el dedo de la llaga que podría abrirse en pleno proceso sucesorio.

En política no hay causalidades, sino causalidades; las campañas están por comenzar y las balas que hoy se lanzan contra el presidente, pueden convertirse en las bombas que mermen la imagen del mandatario y con ello salga lesionada la narrativa que lo alejó de lo que él mismo denominó como: la mafia del poder.

En 5 años la oposición no logró entender que “lo que parece, es”, que el 2018 fue un mensaje de cambio a la forma de hacer y entender la política, pero quizás en pocos meses con tiros de precisión contra el discurso obradorista, puedan generar la duda que les permita cerrar la elección que hace meses se veía perdida.

@josesolisb