Pobres Criaturas llega a los cines de México después de recibir 11 nominaciones al Óscar y de alzarse con el León de Oro en el Festival de Venecia. Se podría decir, también, que es la película más accesible del director griego Yorgos Lanthimos.
Basada en la novela de Alasdair Gray, la premisa le da un nuevo giro a la historia de Frankenstein. Aquí, el Dr. Godwin Baxter (Willem Dafoe) usa el cuerpo de una mujer a la que logra revivir con fines experimentales. Su creación se llama Bella (Emma Stone), y aunque trata de mantenerla bajo control, ella sólo quiere escapar, para lo cual la ayudará el aristócrata vividor Duncan Wedderburn (un desatado Mark Ruffalo).
Lanthimos, conocido por trabajar con guiones y diálogos poco convencionales, lleva esta idiosincrasia al máximo con Bella Baxter, una mujer del siglo 19 que no tiene ataduras y explora el mundo por primera vez con notorio gusto, haciendo y diciendo lo que le da la gana en todo momento.
Es un acercamiento envolvente para retratar la represión del mundo que hemos construido, y también da pie a muchos momentos hilarantes de comedia negra tanto física como verbal. Aun así, pronto empiezan a aparecer varios obstáculos argumentales que el director no logra resolver del todo.
La película aborda temas de feminismo y autonomía, explorando la liberación sexual de Bella como una avenida a la emancipación (y, a juzgar por la película, prácticamente la única), pero omitiendo en todo momento aspectos clave de la sexualidad femenina como la menstruación y el embarazo (sin mencionar lo problemático de la verdadera naturaleza de Bella), dejando todo muy en la superficie a pesar de lo provocativa que intenta ser.
Y aunque Bella eventualmente se sumerge en libros y filosofía y abre los ojos ante la desigualdad (aquí hay cierta similitud con Barbie), este giro se diluye rápidamente en más chistes, pleitos y gags visuales que son tan solo una reiteración excesiva de sus propios temas, culminando en una última y tediosa sección que nos deja en una nota tan complaciente como vacía.
Dicho esto, un desacierto de este calibre es mucho más interesante que la mayoría de los estrenos que nos llegan, y Emma Stone hace un trabajo verdaderamente brillante en él.
Además, la secuencia de baile entre Bella y Duncan se convertirá en canon, la música es inquietantemente singular, y el vestuario y diseño de producción entre fantástico, artificial y victoriano, son una reverenda belleza. Se trata, sin duda, de una obra imperfecta, pero sumamente ambiciosa.