Ricardo Godina | 18/12/2023 | 14:28
En el año 1657, la ciudad de Edo, que más tarde se convertiría en la moderna Tokio, fue testigo de uno de los desastres más devastadores en la historia de Japón: el Gran Incendio de Meireki. Este desafortunado acontecimiento dejó una marca imborrable en la memoria colectiva de la población y tuvo profundas repercusiones en la arquitectura, la planificación urbana y la conciencia de prevención de incendios en la región.
Contexto Histórico
Durante el período Edo, Japón experimentó un rápido crecimiento económico y demográfico. Edo, la actual Tokio, emergió como el epicentro de esta transformación. Sin embargo, las estructuras de la ciudad, en su mayoría de madera y papel, eran altamente vulnerables a incendios.
Desencadenante
El 2 de marzo de 1657, un incendio comenzó en el distrito de Honjo y se propagó rápidamente debido a fuertes vientos y las condiciones secas. A pesar de los esfuerzos de la población y los samuráis locales para contener las llamas, el fuego se tornó incontrolable, devorando vastas áreas de la ciudad.
Devastación y Pérdidas
El incendio de Meireki consumió aproximadamente dos tercios de la ciudad de Edo, destruyendo alrededor de 60,000 hogares y cobrando la vida de decenas de miles de personas. La magnitud de la destrucción fue tan vasta que incluso el castillo de Edo, construido con muros de piedra, quedó envuelto en llamas.
Consecuencias y Reconstrucción
Tras el desastre, las autoridades tomaron medidas para evitar futuros incendios. Se promulgaron leyes de construcción más estrictas, limitando el uso de materiales inflamables en la edificación. Además, se implementaron cortafuegos y se establecieron brigadas de bomberos para mejorar la respuesta a emergencias.