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El psicólogo que da 9 lecciones para que seas mejor padre que tu padre

Alimente+ / El Confidencial | 11/12/2023 | 13:35

Máximo Peña Villafranca (Caracas, 1970) es periodista, psicólogo, migrante y papá. Y no necesariamente en ese orden de importancia. El venezolano es licenciado en Comunicación Social (Universidad Central de Venezuela), Psicología (UNED), especialista en Intervención Psicoterapéutica (UNED) y tiene un máster en mindfulness (Universidad Complutense de Madrid).
 
Hasta los 30 años residió en su país natal, donde desarrolló su carrera profesional como periodista. En el año 2000 llegó a vivir a Madrid, como inmigrante sin papeles. En la actualidad es docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y miembro de la Asociación Española de Psicología Perinatal. Para él, el periodismo y la psicología se unen en su blog Psicología para todos.
 
Peña acaba de publicar Paternidad aquí y ahora (Arpa Práctica, 2023), un libro con el que quiere dar “nueve lecciones para ser mejor padre que tu padre”. Un escrito que reconoce que la maternidad tiene el potencial de generar una crisis en el hombre: pérdida de control, confusión, disminución de la intimidad sexual, sentimientos de exclusión y conflictos.
 
Charlamos con el psicólogo sobre la paternidad en la actualidad, los cuidados de los hijos, las nuevas responsabilidades y las diferencias entre paternidad y maternidad, entre otras cuestiones.
 
 
PREGUNTA. ¿Cómo es la paternidad “aquí y ahora”?
RESPUESTA. La paternidad aquí y ahora hace referencia, en primer lugar, a una presencia consciente, al hombre que está ahí, atento a las necesidades de sus hijos o hijas, que participa de los cuidados diarios en coordinación con la madre, y que lo hace desde la amabilidad y el respeto por la infancia. Aunque proveer sigue siendo parte de la función de cualquier adulto que tenga criaturas a su cargo, el rol del hombre proveedor se ha vuelto insuficiente en las sociedades occidentales, aunque en ciertos contextos de vulnerabilidad y pobreza sigue siendo preferible a la nada. En el libro aporto el concepto de “paternidades del cuidado”, en el que la corresponsabilidad entre el hombre y la mujer en materia de labores domésticas y de cuidados se aborda tomando en cuenta la perspectiva de los niños y las niñas, y no solo las necesidades de los adultos, y con flexibilidad, de manera que cada familia se organice en función de sus características propias.
 
P. Un hombre que acabe de ser padre ahora, ¿va a ser mejor padre de lo que fue el suyo? ¿Por qué?
R. La figura paterna depende en gran medida del contexto social, y cada generación responde a las influencias y demandas de su época. En este sentido, las comparaciones son injustas. Muchas veces en psicoterapia cuando un paciente analiza la figura de su padre autoritario, surge la idea de que este padre también fue criado en un ambiente de autoritarismo. Pero en la sociedad occidental actual el autoritarismo no tiene justificación. El contexto presente es mucho más favorable para que los hombres se impliquen en la crianza de una manera activa, afectiva y democrática.
 
P. ¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta un padre de hoy?
R. Existe una gran expectativa social sobre el papel de los padres en la crianza, para que asuman su labor de forma equitativa con las madres, pero, sin embargo, muchos hombres se encuentran con un mercado laboral que no reconoce la importancia de los cuidados. Resulta imprescindible que desde los poderes públicos y el resto de la sociedad se otorgue a la maternidad y la paternidad el reconocimiento, el apoyo social y los recursos que merecen. Por otra parte, uno de los mayores retos de la paternidad es no seguir alimentando el sistema patriarcal y el machismo. Si los niños y las niñas crecen en un entorno familiar en el que el padre comparte de forma equitativa con la madre las labores domésticas y de cuidados, estaremos propiciando un cambio cultural a favor de la igualdad.
 
P. ¿Qué necesita un padre para asumir la importancia de los cuidados e integrarlos?
R. Creo que la paternidad, como un evento de primera magnitud en la vida de las personas, es una oportunidad singular para el cambio personal. En el caso de los hombres, por ejemplo, convertirse en padre puede ser útil para arrancar, aunque sea una parte, el machismo que da forma a la psique masculina. Ese es el primer paso. El segundo paso es hacerse responsable, pasando del discurso a la acción. No basta con comprender que los cuidados de la infancia no son un asunto de mujeres, sino que es preciso bajar a la arena donde se atienden las necesidades domésticas y todas aquellas otras ocupaciones que tradicionalmente asumen las madres y que constituye una carga mental para ellas, mientras muchos hombres se desentienden. Saber cuánto calza tu hijo o cómo se llama la maestra es una información básica que aún muchos padres desconocen.
 
 
P. ¿Cómo definirías a un “padre corresponsable”?
R. Siento que hay un cierto malentendido al creer que la corresponsabilidad significa que las labores domésticas y de cuidados deben estar repartidas al cincuenta por ciento entre el padre y la madre, y no necesariamente es así. Lo importante es que cada sistema familiar se organice en función de sus características propias, tomando en cuenta las necesidades, capacidades, habilidades, disponibilidad, situación laboral-profesional, deseos, expectativas, recursos y apoyos de los que dispongan sus miembros. Esto se traducirá en que, en ciertos casos, la repartición de tareas y cuidados será al cincuenta por ciento, pero en otros casos no será así, y está bien, siempre y cuando sea un acuerdo justo y equitativo. En todo caso, debemos reconocer que en los hombres reside un potencial de cuidados que no está suficientemente aprovechado.
 
P. ¿Es posible entender las nuevas paternidades sin el feminismo?
R. En la actualidad, no hay fenómeno social que no esté influido de alguna manera por el feminismo, mucho más la paternidad. Desde la llamada segunda ola del movimiento feminista se identificó a la maternidad y los cuidados como el principal vehículo por parte del patriarcado para subyugar a la mujer y mantenerla cercada en el ámbito de lo doméstico. Pero, al menos en Occidente, las mujeres están rompiendo las barreras que las limitan, y en el ámbito de la maternidad la incorporación masiva de los hombres en los cuidados y las labores del hogar puede ser decisiva para alcanzar una sociedad más igualitaria. ¿Estarían los hombres renunciando a sus privilegios por propia convicción, si no existiera la presión del feminismo? La verdad es que no lo sabemos. Pero lo cierto es que primero vino el feminismo y luego las llamadas nuevas paternidades.
 
P. ¿Qué es lo que más les cuesta afrontar a los hombres en el tránsito de la pareja a la familia?
R. Hay un sentimiento compartido por muchos nuevos padres, la sensación de exclusión. Después del nacimiento de un bebé, a muchos hombres les cuesta encontrar su lugar, situarse en la nueva situación, asumir que el centro de atención de la mujer se ha desplazado hacia la criatura. Quizás esta desubicación es lo que lleva a muchos hombres a pretender que la pareja vuelva lo más pronto posible a la vida preembarazo, pero tal retorno es imposible. Después del nacimiento de los hijos, la relación de pareja ha de ser reinventada. He escuchado a mujeres decir que estaban enamoradas de su pareja como hombre, pero que se desenamoraron del padre. Creo que allí está la clave, en asumir que la compañía que ofrecíamos a nuestra pareja antes de la llegada de los hijos, si no se adapta a la nueva circunstancia, será insuficiente y puede dar al traste con la relación.
 
P. Escribes en este libro que “la maternidad y la paternidad no son equivalentes ni intercambiables”. ¿Por qué no es lo mismo ser padre que ser madre?
R. Porque los hombres no nos quedamos embarazados ni parimos. Hasta hace unos pocos años se pensaba que durante el embarazo y el parto la mujer atravesaba por una especie de tormenta hormonal que la acompañaba durante el proceso y que llegaba a su fin con el nacimiento del bebé, o, si acaso, se mantenía durante la lactancia. Pero ahora sabemos, gracias al trabajo de investigadoras como la neurocientífica española Susana Carmona, del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón, que en el cerebro de la mujer que se convierte en madre se producen modificaciones tanto estructurales como funcionales, cambios que se mantienen, al menos, hasta seis años después del nacimiento de un bebé. Estas modificaciones cerebrales asociadas a la maternidad se han comparado con las que suceden en la adolescencia, lo que permite hablar de un proceso que en psicología perinatal se conoce como “matrescencia”. Y, aunque diversos estudios encuentran cambios hormonales y cerebrales en los hombres que se convierten en padres, tales modificaciones son de una magnitud mucho más modesta, y están moduladas por la interacción con el bebé. Por eso no es lo mismo ser madre que ser padre. Ahora bien, ¿es esto un neomachismo con ropaje neurocientífico? De ninguna manera. Se trata de reconocer el papel esencial de las madres en la crianza temprana de las criaturas, labor que debe ser apoyada y acompañada por el padre y por toda la sociedad. Los cambios en el cerebro de la mujer explican que un bebé se calme más fácilmente si su madre lo coge en brazos, lo que no explica es que sean ellas las más capacitadas para poner la lavadora.
 
P. ¿Crees que a día de hoy se sigue exigiendo menos socialmente a los padres que a las madres?
R. Desde luego, esa menor exigencia hacia los hombres es lo que explica la aparición de la figura del padrazo. La palabra madraza casi no se utiliza, porque si una mujer presta dedicación al cuidado de sus criaturas, eso es “lo normal”, lo que se espera de ella. En cambio, si lo hace un hombre se vuelve extraordinario. Son los coletazos del patriarcado, un sistema en el que se le otorga más valor a las actividades llevadas a cabo por los hombres, incluso aunque estas actividades sean las mismas que hacen las mujeres. Pero, por mí, que proliferen los padrazos, que se multipliquen infinitamente los hombres que asuman la crianza de una forma comprometida, responsable y amorosa. Cuando sean muchos los padrazos dejaremos de nombrarlos como algo extraordinario.
 
P. ¿Piensas que estas nuevas paternidades crearán futuras generaciones de adultos con apegos seguros y menos problemas de salud mental?
R. Como psicólogo, nunca he tenido en consulta a alguien lamentando que, de niño o de niña, recibió mucho amor, tuvo una madre y un padre que le sostuvieron cariñosamente y que supieron ponerle límites, respetando sus necesidades. Nunca. Las consultas de psicología están llenas de personas con madres y padres violentos, ausentes, narcisistas, autoritarios o hiperexigentes. La salud mental de las personas adultas se siembra en la infancia, y no se siembra de cualquier manera.