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Los descendientes del General

Leopoldo Pacheco
Plano Informativo | 20/11/2010 |

CASTA DE CAUDILLOS

Llevan en la sangre la estirpe del revolucionario, descendientes en línea directa del general Emiliano Zapata, el caudillo de la Revolución Mexicana asesinado un 10 de abril en la hacienda de Chinameca, hace casi 100 años.

La memoria de su antepasado ilustre se ha transmitido de generación en generación en su familia y ellos se han interesado también por rescatar su legado y exigir que se atiendan sus reclamos. Exigen justicia pero no en abstracto sino para los indígenas y campesinos por quienes luchó el general revolucionario.

Margarita Zapata Choiseul, nieta de Emiliano, advierte que a cien años del inicio de la lucha social de principios del siglo XX y de que Jesús Guajardo -un agente del régimen carrancista, asesinará al llamado Caudillo del Sur-, sus demandas aún no se han cumplido. Su lema famoso de Tierra y Libertad, “sigue vigente en donde quiera que han dado las luchas”, afirma esta mujer que dice haber sido combatiente en otra revolución, la sandinista que derrocó al régimen de Anastasio Somoza, en Nicaragua.


El parecido de Edgar con el general Zapata es impresionante. Es nieto del caudillo del Plan de Ayala y se ha dedicado de manera profesional al trabajo histórico para recuperar su legado a pesar del olvido propiciado desde el gobierno. Empeñado también en aclarar algunos de los mitos tejidos sobre la figura de éste, como aquellos sobre las circunstancias de su muerte o algunos que hablan de que el general no murió sino que huyó en un barco hacía Arabia y fue un compadre muy parecido al que asesinaron aquél día en Chinameca.

Son pues los descendientes del general del sur quienes hablan de su legado y lo que significa su lucha en el contexto del centenario de la Revolución, minimizado en los festejos oficiales por el gobierno federal.

Margarita, la combatiente

Margarita Zapata, nieta del Caudillo del Sur y presidenta de la Fundación Zapata, se opone terminantemente a que su abuelo sea presentado como “un borracho irresponsable y un hombre afeminado” (en la versión de Fernando Arau y  Alejandro Fernández)  y que en un intento hollywoodense de llevarlo a la pantalla, se haya violado con impunidad la historia y la vida de uno de los héroes revolucionarios.

Hija de Luis Eugenio Zapata -hijo a su vez del general-, Margarita dice que al no apegarse a la historia con el objetivo de construir  una evocación de su abuelo, como una fábula mística, se corre el riesgo de trivializar su memoria y caer en la burla, como ha sucedido.

Por ello expresa su descontento sobre el tratamiento que en los últimos años se le ha dado a la vida de Emiliano Zapata, sobre todo en la pantalla grande con la película de Arau “Zapata, el sueño del héroe”. Dice que esa película causó el enojo de Mateo -uno de los tres hijos todavía vivos de Zapata-, quien amenazó con demandar al cineasta mexicano por poner en duda la virilidad de su padre en ese filme protagonizado por Alejandro Fernández y Jaime Camil.

Otro aspecto de la vida del general revolucionario es el de su descendencia prolífica y lo que de ella se ha escrito. Margarita Zapata se dice molesta también del tratamiento público que  ha tenido esa parte de la vida privada del caudillo de sur.

“Me molesta que se deje ver que Zapata tuvo un montón de hijos con Josefa, su esposa, cuando en realidad no hubo descendencia. Tuvo hijos con las otras.  La mujer con quien más convivió fue Inés, la madre de Nicolás, su hijo mayor, el que por cierto también sufrió de persecución política”, anota.

Y agrega: “a través de mi abuela, pude aprender muchos aspectos de la vida de él, pues hay que reconocer que mi abuela le conoció pero no de tiempo completo, porque él no tenía casa chica y casa grande, él tenía muchas casas grandes”. Para Emiliano Zapata “cada mujer que hubo en su vida, no tuvo más importancia que el resto,” siempre fue un hombre responsable que estuvo al pendiente de cada uno de los hijos que de esas relaciones nacieron”.

Dice también que las mujeres de Emiliano Zapata no tuvieron tiempo de compartir con él, porque ese hombre que era parte de sus vidas, siempre estuvo dedicado al combate en la Revolución y viajaba constantemente.  Recuerda lo que alguna vez le dijo su abuela sobre la relación con Emiliano: “convivir con él era aprovechar cualquier momento, cualquier minuto, pues no sabía si se volvería a repetir… siempre llegaba a su hogar con una broma o algún regalito, era un hombre muy cariñoso independientemente de su apariencia de hombre serio”.


De su abuelo destaca también otro rasgo: protector de su familia y la cercanía con uno de sus hermanos, Eufemio, quien lo acompañó en toda su lucha. Emiliano era el que tenía el carisma, el don de mando y la pureza de su ideal,  pero Eufemio fue “un hombre muy valiente, se dice que fue el que libró grandes batallas y uno de los estrategas más importantes del Ejército Libertador del Sur”,  subraya.

Por los recuerdos transmitidos entre la familia, señala que a Emiliano Zapata le gustaba tomar aunque “no era un borracho”, le gustaban los toros, los gallos y  los caballos especialmente. Distracciones que no lo desviaron de su lucha social.“El mole era algo que mi abuela recordó le gustaba mucho a Zapata, eso y los frijolitos de la olla”.

Reconoce que algunos de estos aspectos son poco conocidos, como era su gusto por la música, además “poseía una infinita ternura” y, de acuerdo a palabras de su abuela, una característica suya es que “era capaz de arrancarle a cualquier mujer, las más fuertes emociones”.

“Zapata era muy sensible al sufrimiento humano, se cree que algo así se endurece con el combate, pero Emiliano Zapata lloraba por cada compañero y general que caía a su lado en la lucha”.


La nieta del Caudillo del Sur, dice que en lo personal hoy puede hablar de ese tipo de emociones,  porque ella también participó en una revolución, pero no en la mexicana sino en la sandinista librada en Nicaragua en los años 70´s contra la dictadura Anastasio Somoza.“A pesar de que la muerte vivía, dormía y amanecía con nosotros, nunca fuimos indiferentes, por eso recuerdo lo que decía mi abuela, por eso puedo entender lo que el general Zapata sentía”, dice con emoción.

En la determinación que la llevó a sumarse a la lucha revolucionaria en Nicaragua, no deja de lado aspectos circunstanciales de la historia que remiten a una América Latina gobernada, hasta hace muy pocos años, en su gran mayoría por dictadores.

“No soy una persona impulsiva, pero creo que sí tengo en mi persona esa chispa de rebelión y un gran deseo de aportar a la lucha por la libertad y la justicia”, dice la nieta del caudillo quien menciona la gran influencia que ha tenido la Revolución Mexicana en los movimientos sociales en el mundo y sobre todo en América Latina.

“Fidel Castro se inspiró en la lucha de Emiliano Zapata, César Augusto Sandino estuvo en México y se inspiró en la lucha del general Zapata, los campesinos sin tierra de Brasil, una gran cantidad de movimientos revolucionarios, que si bien es cierto muchos no han triunfado se debe reconocer la influencia que ha habido de la Revolución Mexicana: los signos, las banderas, los lemas que precisamente están inspirados en los ideales de Emiliano Zapata”.


Dice que el grito de “Zapata vive, la lucha sigue”, es una consigna que ha tenido eco en muchos lugares del planeta y la ha escuchado en luchas sociales de la India y en África, lo que le da a Emiliano Zapata una dimensión universal que no es comparable con la de otros dirigentes revolucionarios.

Y concluye sobre lo que significó para la Revolución la figura de Emiliano Zapata y lo que perdura: “para nosotros como familiares, su sombra y su vida nos motiva a querer ser mejores personas, a seguir su ejemplo, pero más allá de eso, para mi ser la nieta de Zapata significa compromiso, compromiso y compromiso”.  Finalmente, dice que la mejor manera en que a nivel personal puede rendir un homenaje a su abuelo es siendo coherente en su conducta.

El bisnieto historiador

Edgar Castro Zapata posee muchos de los rasgos físicos del general y jefe del Ejército Libertador del Sur. Es nieto de Mateo Zapata, uno de los hijos de Emiliano quien falleció en el 2007 a los 90 años.

Edgar es un historiador de profesión y afirma que Mateo, su abuelo, fue precisamente el hijo menor del general y nunca dejó de estar decepcionado de cómo la historia se manoseó al antojo del entonces gobierno para ajustarla a las tesis del régimen impuesto después de la lucha armada.

Dice que a partir de los relatos que le transmitió su abuelo Mateo y como descendiente del general Zapata, le surgió la vocación para convertirse en historiador.

“Mi abuelo y su hermano Eugenio fueron los hijos de Emiliano Zapata en 1917, un año que se establece como el más difícil para el zapatismo que a partir de ese año entra en decadencia hasta 1919, fecha en que ocurre el asesinato de Emiliano y que finalmente se establece como el fin de este movimiento”.


Tras el asesinato del Caudillo del Sur en la hacienda de Chinameca, Morelos, hubo una persecución del régimen carrancista contra el zapatismo, lo cual llevó a ocultarse a sus descendientes en Cuautla por el temor de que fueran asesinados, al punto que cambiaron su identidad para no ser ubicados.

“Fue hasta 1921, cuando el zapatismo establecido como una fuerza regular en el ejército nacional, en que los descendientes del general saltaron a luz ya sin el temor de ser perseguidos, apoyados por algunos intelectuales de la época, para ser reconocidos como hijos del general revolucionario”, ilustra.

En ese contexto es que se gestionaron apoyos para ellos, primero con el general Álvaro Obregón y posteriormente con Lázaro Cárdenas. Sin embargo, agrega que esos apoyos fueron marginales y lo que hubo fue prácticamente el olvido a la familia, al margen de la imagen institucional de Emiliano Zapata.

Edgar Castro Zapata establece que el gran cúmulo de anécdotas que se pueden comprobar en un amplio sentido, con lo que se establece en la historia, lo han llevado al objetivo de lograr que los jóvenes hoy en día se interesen más por el pasado histórico del país, a pesar de reconocer una apatía hacia estos temas por parte de la juventud actual.

“La aportación que me dejó mi abuelo Mateo es el trabajo social para velar por los intereses de las viudas y familiares de aquellos que pelearon como zapatistas en la Revolución y en el estado de Morelos, estamos con viudas zapatistas de más de ciento quince años”.


Edgar Castro lanza una interrogante al gobierno federal en el contexto de los llamados festejos por el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución y cuestiona el por qué no se han aplicado mejor algunos recursos de esos millones de pesos para rescatar de la miseria en la que viven muchas mujeres olvidadas de la Revolución y que perdieron a sus padres en la búsqueda de los ideales de tierra y libertad.

“El plan de Emiliano Zapata siempre fue muy claro, lo plasmó en su Plan de Ayala en su artículo octavo, en el sentido de establecer que al terminar la Revolución, las viudas y huérfanos que perdieron a sus padres y esposos, recibieran el amparo del nuevo gobierno emanado de la lucha y ya pasaron noventa y nueve años de este plan y hasta la fecha no se les ha retribuido nada”, lamenta.

Por otra parte, Edgar Castro Zapata advierte que mucho de lo que no se ha hecho es el impulso determinado de las políticas públicas que den verdaderamente los espacios a los jóvenes, para que puedan incursionar dentro de la política, lo que sin duda reivindicarían el concepto histórico revolucionario que en su momento se buscó, “nos falta que nos digan, ¿Cuál es el proyecto de nación?, los jóvenes no tenemos cabida”, cuestiona.

Y argumenta que los jóvenes están muy dispersos hasta el punto de que muchos de ellos no ubican ni siquiera a Emiliano Zapata, “si hasta el ex presidente Vicente Fox, se enojó porque Fidel Castro le señaló que los mexicanos conocemos más a los personajes de Walt Disney que a nuestros propios héroes nacionales”.

El olvido

Margarita Zapata y Edgar Castro Zapata,  descendientes del general Emiliano Zapata, coinciden en señalar que ha sido desde el propio gobierno en que se ha propiciado ese olvido de los héroes que dieron identidad a la nación, aunque ahora se pretende que con el puro hecho de cumplirse cien años de la Revolución, “todos los mexicanos sepamos y sobre todo los más jóvenes, sientan una identificación arraigada e importante por esta conmemoración”.

Lo grave, asegura Margarita Zapata, es el hecho de que se pueda banalizar la historia, como una consecuencia de la desculturización y de la ola aplastante de valores extranjeros y extranjerizantes que soslayan el pasado y a sus protagonistas.

Por su parte, Edgar comenta que un tema recurrente y que particularmente causaba enojo a su abuelo Mateo Zapata, era el que hacía referencia a la muerte del general en Chinameca.


“Mi abuelo siempre dijo que estaba molesto con lo que se dice de la circunstancia en la que fue asesinado su padre, pues prácticamente era como llamarlo traidor, al tiempo de manifestar que Zapata dejó atrás a sus tropas para reunirse con un general al que le creyó se había sumado a su causa, pues los veteranos de su ejército y las propias viudas, en los años setentas, siempre sostuvieron que la muerte de Zapata fue en plena traición física, sin acuerdo ni mucho menos”, añade.

Son muchos los mitos que se han entretejido en torno a la figura del general y las circunstancias de su muerte –reconoce-, como aquél  que señala que huyó desde Veracruz a Arabia en un barco y que finalmente fue un compadre muy parecido a él a quien asesinaron aquella mañana en Chinameca.

Margarita agrega que la lucha zapatista –de aquellos campesinos del estado de Morelos que “no querían cambiar y por eso hicieron una revolución”, como escribió el historiador Womack- fue olvidada, en la práctica no se logró nada, no se entregaron tierras ni justicia social, “solo pequeños gestos a la población para que se calmara”.

Paliativos solamente –afirma- que aparentaban buena voluntad del régimen revolucionario, que al final no resolvieron de fondo los problemas agrarios que originaron la lucha social de principios de siglo, con el argumento a los indígenas y campesinos, que sus demandas estaban ya incluidas en la Constitución y no habría razón para seguir luchando por las armas.


“Hay quien critica a Zapata acusándolo de no haber dejado gobernar a Francisco I. Madero, pero todos saben que Francisco I. Madero no tenía ni la más remota intención de cumplir las demandas de los campesinos desposeídos, pues mantuvo las mismas estructuras del porfiriato, hasta el punto de que sus amigos más cercanos eran porfiristas, ricos y hacendados, de lo cual Madero nunca tuvo ni la mínima intención de afectarlos en sus intereses”, puntualiza Edgar Castro Zapata.

Y concluyen: “hoy en día, los que son familiares, descendientes, estudiosos del general Zapata queremos que se haga justicia, pero no con Emiliano Zapata, sino que se haga justicia a los indígenas y campesinos por los que él luchó, eso es lo que esperamos. Que a cien años reconozcan que no han hecho nada y ello sea lo que reivindique la figura de Zapata”, dice contundente  Margarita Zapata Choiseul, de doble estirpe revolucionaria.