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moda y belleza

Los tacones de aguja sobreviven al paso del tiempo

Vanguardia | 08/11/2023 | 14:39

Es cierto, la sentencia de muerte del stiletto, ese tacón alto inventado en la década de 1950 que eleva el dorso del pie y transforma así la silueta femenina de una manera que parece confeccionada a la medida de los placeres de la mirada masculina, resultó haber sido bastante exagerada.
 
La sentencia resonó durante los días del trabajo desde casa y el aislamiento social por la pandemia de coronavirus, pero ha pasado a la cacofonía de la historia. La vuelta a la oficina ha anunciado el regreso de un calzado algo más formal. Y esto a pesar de que hay un consenso entre los podólogos de que los tacones altos y delgados no son buenos para la estructura del esqueleto de ninguna persona.
 
Entonces, ¿qué pasa? Pues bien, un estudio publicado en la revista BMC Public Health sugiere que, a pesar de los aspectos físicos negativos asociados al uso de tacones, también hay aspectos psicológicos positivos. Aunque los tacones de aguja fuerzan los músculos de la pantorrilla e inclinan la pelvis hacia atrás, lo que desplaza el centro de gravedad hacia delante y ejerce una enorme presión sobre la parte frontal de la planta del pie y la espalda, también alargan las piernas y aumentan la altura, lo que confiere a quien los lleva una sensación de empoderamiento.
 
De hecho, según Tara Swart, neurocientífica y profesora titular del MIT, nuestra afinidad por los tacones puede estar enterrada en lo más profundo de nuestro subconsciente. En la época de las cavernas, la altura era una ventaja evolutiva que permitía a las mujeres cazadoras-recolectoras alcanzar alimentos que, de otro modo, habrían sido inaccesibles. Además, esa postura con los pechos y el trasero hacia afuera ofrecía una ventaja (por así decirlo) en el juego reproductivo.
 
“Está codificado en nuestras neuronas y prejuicios”, afirmó Swart.
 
Cuando llamé a Tamara Mellon, ex directora creativa de Jimmy Choo, fundadora de una marca de zapatos homónima y defensora de los tacones de aguja, para preguntarle por qué se siguen vendiendo tan bien, me contestó: “Los tacones generan un estado de ánimo y un cambio psicológico, como hacer la pose de la Mujer Maravilla para ganar confianza. El lenguaje corporal cambia, los músculos se tensan y no hay nada más poderoso que mirar a alguien a los ojos, en lugar de mirar hacia arriba”.
 
“Muchas de las mujeres con puestos directivos con las que hablo utilizan los tacones como arma de poder”, añadió. Pero no solo las altas ejecutivas los usan. Cuando Nikki Haley anunció su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, dijo: “Deberían saber esto de mí: no soporto a los acosadores. Y cuando les devuelves el golpe, les duele más si llevas tacones”.
 
Todo esto indica que los tacones de aguja no van a desaparecer pronto. La diferencia entre los viejos tiempos y hoy, sin embargo, es que ahora forman parte de una variedad de opciones. De los 10 estilos más vendidos por Mellon, cuatro son tacones de aguja y el resto son zapatos de tacón grueso o zapatos planos.
 
Esto se puede ver como una reivindicación de los tacones de aguja, convertir en arma a un zapato ideado para transformar a las mujeres en Barbie, o como la complicidad de las mujeres con su propio dolor. Yo opto por verlo como un ejemplo más de que la ropa se ha optimizado para el usuario, en lugar de para la sociedad. Al final, la libertad de elegir qué zapato quieres llevar es lo que, bueno, sobresale.
 
Además, es posible tener altura y mitigar algunos riesgos. Los problemas causados por los tacones de aguja, como escribió Sajid A. Surve para la Asociación Estadounidense de Osteopatía, tienen menos que ver con la altura real del tacón que con la inclinación del zapato. Si la parte frontal del pie está sobre una plataforma, significa que la inclinación real es menor (y más cómoda).
 
Si optas por los tacones, recuerda estirar los pies y la parte posterior de las pantorrillas todas las noches. O solo sé estratégica a la hora de elegir tu calzado.
 
“Suelo viajar con zapatos planos y luego los cambio por un zapato más alto según lo exija la ocasión”, dijo Swart. “Es un buen equilibrio”. No es un juego de palabras.