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No hay que confundir, la dignidad con el orgullo (homilía)

No es lo mismo, orgullo que dignidad. El orgullo es un exceso; la dignidad, es el valor que cada quien tenemos.

El orgullo, es algo muy humano; pero la dignidad, es un consejo  Evangélico.

Entre dignidad y orgullo, existe una línea muy delgado, que puede llevarnos a confundir, lo uno con lo otro.

Lo mismo pasa entre la virtud y el vicio, que casi se tocan, pero no deben confundirse.

Dignidad, es hacer valer lo que somos; pero el orgullo, es  la pretensión de  sobrevalorarnos.

El hombre, siempre  confunde lo que es de Dios,  con lo que es del hombre.

Eso, también pasó en tiempos de Jesús, cuando el emperador romano pretendía ser como Dios, y buscaba ser adorado, como se adora al Señor.

Y así lo dice el Evangelio: “Enséñenme la moneda del tributo. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: ¿De quién es esta imagen y está inscripción? Le respondieron: Del César. Y Jesús concluyó: Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. (Mt.23).

Tengamos pues cuidado, de no confundir lo humano con lo Divino; ni pretender ser Dios, cuando la fragilidad nos está indicando, que solo  somos un hombre.

Aunque, hay una constante tentación,  de querer usurpar el puesto de Dios, al tratar  de hacer, lo que solo Dios puede.

Cuando el hombre pretende ocupar el puesto de Dios, acaba por destruirse  a si mismo.

Por tanto, necesitamos ser humildes,  y ocupar el puesto que Dios nos ha asignado.

Porque hay cosas que dependen de nosotros, y otras que solo pueden venir de Dios.

No le  atribuyamos  a Dios, lo que depende de los hombres; pero, tampoco demos la espalda a Dios, con tal de quedar bien con  los humanos

Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez

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