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Eileen Chang, la escritora de la burguesía china que murió sola en casa

VF | 12/10/2023 | 17:35

Antes de cumplir la mayoría de edad, Eileen Chang se ausentó del colegio durante medio año. Su padre le había prohibido salir de casa. Durante seis meses, el comerciante, descendiente de altos cargos del ejército imperial chino, la encerró en su habitación. La escritora china había contraído disentería y recluirla en su dormitorio, explica la sinóloga Jiwei Xiao, se convirtió en un método de castigo. Quería escarmentarla por la defensa que hacía con frecuencia de su madre, con la que Chang –lo recordaba a menudo– deseaba vivir. Su padre era violento y cruel. Además del aire fresco, a la adolescente la privó también de medicación. Eileen hizo entonces lo propio del escritor: convirtió el trauma en ficción. La vivencia quedó recogida en el relato What a life! What a girl’s life!, publicado por el Shanghai Evening Post.
 
El matrimonio de los padres de Eileen Chang había sido concertado. La adicción al opio y las infidelidades de él contribuyeron a disolver la unión. Ni siquiera compartían demasiados intereses. Su madre había sido educada en Inglaterra y viajaba durante períodos largos por Europa. Se encargó de occidentalizar la educación de su hija: la acercó a la literatura anglosajona y protegió su nivel de inglés. Contra la voluntad de su marido, logró que Eileen y su hermano asistieran a colegios e institutos de habla inglesa. La literatura china clásica, así, Chang la alcanzó en casa de su padre. La mezcla de culturas desbordaba los artículos que publicaba en la prensa de Shanghái. Las referencias a las novelas victorianas, el cine de Hollywood y la poesía Tang comenzaron a andamiar su popularidad.
 
Una frivolidad falsa
Al cumplir 19 años, en 1939, Chang abandonó Shanghái. Aquel había sido siempre el plan. Estudiaría Literatura inglesa en Reino Unido. Una beca le había garantizado la plaza. La segunda guerra mundial y la segunda guerra chino-japonesa dejaron atascada la ambición en el continente asiático. Ni siquiera en Shanghái podía permanecer. En Hong Kong, aún territorio británico, asistió a la universidad. Y allí comenzó a publicar enseguida sus relatos. Chuanqi, algo así como Romances, reunió títulos como Un amor que destruye ciudades, publicado en España por Libros del Asteroide, o La canga dorada, aún sin traducción, que robustecieron su fama en las zonas sinohablantes. Se convirtió, según la sinóloga británica Julia Lovell, en “una estrella literaria indiscutible”. El profesor de Literatura de la Universidad de Columbia C. T. Hsia la comparó con Katherine Mansfield y la describió años más tarde como “la mejor y más importante escritora china viva”. Para Xiao, sin embargo, la similitud se afinaba con Joseph Roth o Vladimir Nabokov, pues Chang, como ellos, podía “acceder al repertorio cultural completo de sus tradiciones al mismo tiempo que a las técnicas nuevas y a los temas contemporáneos”. En el ensayo Writing's of one's own, Chang explicaba los suyos frente a los críticos que cuestionaban la profundidad de sus elecciones. Le reprochaban la superficialidad de sus personajes, enfrascados en asuntos amorosos y cuestiones familiares mientras China y Japón se encontraban en guerra. Ella los justificó. Defendió la ausencia de grandes tragedias en sus historias. Lo que sus personajes sufrían, apunta Xiao, era la desolación. El mejor material del que partir en la escritura, repetía Chang, era “aquello que conoces en profundidad”.
 
Al otro lado del amor
Chang comprendía los mecanismos de las relaciones románticas. La de sus padres había fallado y su primer matrimonio, también. Se divorció del editor Hu Lancheng, que más tarde escribiría unas memorias en las que ridiculizaba sus años juntos, y se casó, ya exiliada en Estados Unidos, con el guionista Ferdinand Reyher. Instalada con el último en California, Chang quiso responder al primero. En Little Reunions, la escritora filtró parte de su biografía a través de la ficción y el escándalo se propagó por China y Taiwán, donde interpretaron la novela como la revelación pura de unos diarios. Más tarde, sus novelas sociales, como The Rice Sprout Song, de tendencia anticomunista, le cosecharon críticas negativas y reproches de los lectores.
 
En Estados Unidos, donde ejercía de profesora y traductora (se ocupó de llevar al chino a, por ejemplo, Hemingway), su obra no cuajaba. Sus nuevos títulos no dieron con un editor. Con los años, no obstante, los antiguos encontraron en Hollywood un hueco. El director Ang Lee adaptó en 2007 el relato Deseo, peligro, que en el Festival de cine de Venecia se hizo con el León de Oro.
 
Al otro lado del amor
Chang comprendía los mecanismos de las relaciones románticas. La de sus padres había fallado y su primer matrimonio, también. Se divorció del editor Hu Lancheng, que más tarde escribiría unas memorias en las que ridiculizaba sus años juntos, y se casó, ya exiliada en Estados Unidos, con el guionista Ferdinand Reyher. Instalada con el último en California, Chang quiso responder al primero. En Little Reunions, la escritora filtró parte de su biografía a través de la ficción y el escándalo se propagó por China y Taiwán, donde interpretaron la novela como la revelación pura de unos diarios. Más tarde, sus novelas sociales, como The Rice Sprout Song, de tendencia anticomunista, le cosecharon críticas negativas y reproches de los lectores.
 
En Estados Unidos, donde ejercía de profesora y traductora (se ocupó de llevar al chino a, por ejemplo, Hemingway), su obra no cuajaba. Sus nuevos títulos no dieron con un editor. Con los años, no obstante, los antiguos encontraron en Hollywood un hueco. El director Ang Lee adaptó en 2007 el relato Deseo, peligro, que en el Festival de cine de Venecia se hizo con el León de Oro.